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se glorían de su Cardenal salesiano, el
eminentísimo Augusto Hlond, arzobispo de Gniezno y
Poznan, primado de Polonia.
Siempre constituía una fiesta para don Bosco
volver a ver a sus antiguos alumnos, pero no era
menor la alegría de ellos, cuando se acercaban a
él. El día siguiente al de la imposición de
sotanas, que hemos descrito, se presentó uno que
estaba prendado de su Padre: el sacerdote paúl
Vicente Tasso, que fue luego Obispo de Aosta en
1908.Don Bosco lo escuchó durante casi media hora;
después, al despedirlo, estrechóle la mano, con
todo el afecto de su corazón, y le repitió tres
veces aquellas palabras de San Pablo: Iam delibor,
iam delibor, iam delibor (la hora del sacrificio
está cerca) 1.
También le satisfizo mucho la visita de otro
antiguo alumno; parecía rejuvenecer, recordándole
sus compañeros, las aventuras de aquellos tiempos
y, especialmente, la evidente protección divina de
las obras que entonces empezaban. Este había sido
el alma de las antiguas excursiones, era Carlos
Tomatis, natural de Fossano, de quien habla
Lemoyne repetidamente en los volúmenes tercero y
cuarto. Al llegar ante don Bosco, se arrodilló,
exclamando con emoción:
-íAh, don Bosco, don Bosco!
Y, de momento, no pudo decir más. Don Bosco lo
invitó a que volviera con su hijo para pasar en el
Oratorio la fiesta de Navidad. Lo encontraremos de
nuevo en aquel momento.
Al volver de su último paseo, el día veinte de
diciembre, cuando giraba para bajar del paseo
<> hacia la iglesia de María
Auxiliadora, un desconocido detuvo el coche. Era
un buen señor de Pinerolo, alumno del Oratorio en
los primeros tiempos. No es para dicho con qué
alegría salió a su encuentro el Siervo de Dios.
Había venido a Turín para unos asuntos y no
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volverse sin ver a don Bosco y, al saber que tenía
que pasar por allí, lo esperaba en mitad de la
calle.
-Querido mío, le preguntó don Bosco, >>cómo van
tus asuntos?
-Así, así, rece por mí, respondió.
->>Y tu alma cómo está?
-Procuro ser siempre digno alumno de don Bosco.
-íBien, muy bien! Dios te recompensará. Reza
también por mí.
Y, dicho esto, lo bendijo; pero añadió todavía
al despedirle:
de mayor relieve, se desprende de una carta del
jesuita Ladislao Czencz, redactor del Pedakcya
Missyi Katolikich de Cracovia, el cual prometía a
don Bosco hacer propaganda de las Obras Salesianas
(Ap., Doc. 90).
1 Carta a don Miguel Rúa, Turín, cuatro febrero
de 1888.
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