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definitivamente en cama, como ésta resultara muy
incómoda para el servicio de los enfermeros, le
acostaron en la que ya había servido para el
hermano curado.
Los que permanecían a su lado, no podían dejar
de alarmarse, al ver cómo decaía, y temían su
próximo desenlace. El se daba cuenta de ello y
procuraba, como buen padre, alentarlos y
asegurarles que la Congregación no tendría que
temer por su muerte, sino que, por el contrario,
recibiría mayor incremento. Por ello, cuando no
podía tomar sus parcas comidas con los demás, se
hacía acompañar igualmente al refectorio, donde
procuraba, con sus bromas, tener alegres a sus
hijos. Pero, entre tanto, los iba preparando
insensiblemente para la gran desgracia. Algunas
veces, sintiéndose peor que de costumbre, se hacía
llevar en una silla de ruedas y, en medio de
ellos, escuchaba, daba disposiciones y animaba a
todos a confiar en la Providencia.
El día de Todos los Santos no pudo bajar, como
había hecho siempre, a la iglesia para rezar con
los muchachos el rosario por los difuntos, pero
quiso recitar, siguiendo la piadosa costumbre, las
tres partes del rosario con los secretarios y
algunos coadjutores, reunidos en su capilla. Aún
salió de paseo en coche algunas tardes después con
don Carlos Viglietti. Este le contaba, riéndose,
que uno de los hermanos hablaba de las demás
congregaciones, poniéndolas por las nubes, pero
omitiendo siempre referirse a la salesiana o
hablando de ella sin ningún respeto. Don Bosco le
dijo que, cuando le oyera de nuevo expresarse así,
le respondiera: Tamquam fera seipsum devorans.
(Como la fiera que se devora a sí misma). También
salió el quince de noviembre, para ir a visitar a
un médico del Oratorio, el doctor Vignolo, que
guardaba cama hacía algunos días.
((**It18.465**)) Hacia
fines de noviembre, fue una tarde a visitarle don
Juan Bautista Lemoyne; le hablaba de la disciplina
de los muchachos y le preguntaba cuál era el mejor
medio para hacer fructuosas las confesiones. El
Siervo de Dios, que se expresaba con dificultad y
con respiración afanosa, le dijo:
-La noche pasada he tenido un sueño.
-Querrá decir que ha tenido una visión.
-Llámala como quieras, pero estas cosas hacen
aumentar de una manera espantosa la
responsabilidad de don Bosco ante Dios. Es cierto
que Dios es muy bueno.
Y, al decir esto, lloraba.
->>Qué vio en ese sueño?, preguntó Lemoyne.
-Vi la manera de avisar a los estudiantes y a
los aprendices; los medios para conservar la
virtud de la castidad y los daños reservados
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