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De este modo, sin palabras de queja, dejaba
entender su situación y la razón de su mesurado
hablar.
De vez en cuando, iban franceses a visitarlo.
El día once de octubre le presentaron uno de
éstos, que sufría enajenación mental, pero tenía
intervalos de tranquila lucidez durante los cuales
gozaba plena conciencia de su propio estado.
Aconsejó el Santo que le hicieran volver para oír
su misa, en la que rogaría por él. Volvió, oyó la
misa y hasta pudo comulgar. Al salir, dijo aquél,
que le parecía estar completamente curado. También
don Bosco aseguró a la señora, pariente suya que
le había acompañado, que la gracia le había sido
concedida.
El día trece se presentó monseñor Grolleau,
obispo de Evreux, llegado expresamente al Oratorio
para obtener de don Bosco que abriese una casa
salesiana en su diócesis. Se trataba de ello desde
finales del 1882. Monseñor habría querido cederle
un colegio de enseñanza media, construido y
administrado por dos sacerdotes hermanos, en
Neubourg, cambiándole el destino y convirtiéndolo
en escuela profesional y agrícola. El conde Carlos
De Maistre, su diocesano y muy amigo de don Bosco,
había servido de intermediario. La falta de
personal no permitió atender la petición. El
Obispo, impresionado por la delicadeza con que se
había contestado al Conde, quiso dar las gracias
directamente a don Bosco, rogándole que no
perdiera de vista la fundación. <((**It18.459**)) mi
respetuosa simpatía.
Un año después volvió a escribirle, por medio
del Conde. Había hablado con el Santo en París,
quedando de acuerdo en que había que esperar la
hora de la Providencia. Le parecía que había
sonado la hora. El colegio no podía seguir
adelante: el Gobierno estaba dispuesto a
adquirirlo para poner en él una escuela
profesional y agrícola suya. Dado el espíritu que
entonces reinaba, preveíase que el instituto se
convertiría en un centro de irreligiosidad en el
corazón de la diócesis. Don Bosco escribió
sencillamente sobre la carta: <>. Lo cual da a entender que él
no veía todavía la posibilidad de aceptar. En
efecto, por las palabras del Obispo, se colige que
la situación económica del colegio estaba enredada
2. Tampoco Monseñor debía pensar de otro modo,
puesto que la correspondencia epistolar se paró
hasta octubre del año 1887, después de la visita
1 Evreux, siete de junio de 1882.
2 Evreux, cuatro de junio de 1883.
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