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Se acordó no decir nada por el momento al
Obispo de Lieja, sino dar solamente el
consentimiento, a fin de que un día, cuando las
cosas estuvieran ya encaminadas, se pudieran decir
los motivos que habían decidido a don Bosco a
llegar a esta conclusión. Fue entonces cuando don
Bosco pronunció la conocida sentencia:
-Hasta ahora hemos caminado siempre sobre
seguro; no podemos equivocarnos: es María quien
nos guía...
Los hechos no tardaron en demostrar que,
verdaderamente, María quería aquella casa en la
ciudad del Corpus Christi. El Obispo, como se lo
contó a monseñor Cagliero, siendo éste su huésped
a fines de 1888, tuvo de ello una prueba luminosa.
Cuando monseñor Doutreloux volvió a su diócesis se
movió activamente para levantar el edificio. Había
terreno apropiado para construir, pero costaba un
ojo de la cara. Llamó Monseñor al propietario para
inducirle a que sus exigencias fueran más
modestas. Y él, al saber que se trataba de la obra
de don Bosco, estuvo de acuerdo en cederlo por
cincuenta mil francos, pero con escritura
notarial.
-Si está conforme, continuó diciendo, llamamos
al notario y otorgamos la escritura del contrato
inmediatamente.
El Obispo estaba muy contento con la cantidad
pedida, pero, como no disponía de cincuenta mil
francos, rogóle esperara hasta la noche. Y, cuando
aquel señor se marchó, se encerró en oración ante
el Santísimo Sacramento. Al anochecer se
presentaba en palacio un ((**It18.440**))
párroco de su diócesis y le decía que iba a
entregarle una cantidad de dinero de parte de
cierta persona, que quería ocultar su nombre, pero
que deseaba se empleara en la obra de beneficencia
que él sabía.
-íTenemos tantas en la diócesis!, respondió.
Está la de los pobres, la de...
-No, no, Monseñor, interrumpió el otro. Esa
persona desea que su dinero se emplee en una obra
especial que V. E. tiene ahora entre manos. Mire
que es una cantidad importante.
->>De cuánto se trata? Veamos.
-Cincuenta mil francos.
-íAh, ya está, démelos! Es el Señor quien le ha
enviado.
Los tomó, fue él mismo al propietario del
terreno y, una hora después, quedaba firmado el
contrato y sufragado su importe.
Se hablaba mucho en Lieja de la próxima
fundación y muchísimo de don Bosco. Después del
regreso del Obispo, un industrial de Lieja hizo un
viaje a Italia y quiso visitar el Oratorio. Sus
impresiones se leen en una correspondencia del
veintitrés de diciembre, desde Florencia, a
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