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ciudad! Hasta había hablado de ello a León XIII.
Ante la imposibilidad de verse atendido con la
prontitud que él deseaba, no se desanimó, sino que
acudió a la oración 1.
Las noticias que, en 1887, corrían sobre la
salud de don Bosco le abrumaron sobremanera y, al
saber que iba de mal en peor, se decidió a ir a
Turín. Antes de ausentarse de la diócesis,
recomendó oraciones en todos los monasterios para
lograr la finalidad de su viaje.
Llegó en la noche del siete de diciembre,
vigilia de la Inmaculada, tomó plaza en un hotel 2
y se dirigió al Oratorio. Parece que no pudo
hablar en seguida con don Bosco, pero sí se
entrevistó con don Celestino Durando, que seguía
siendo el encargado de los trámites para las
nuevas fundaciones. A la mañana siguiente, pudo
entrevistarse con don Bosco, acompañado por
monseñor Cagliero y don Celestino Durando. La
tarde anterior, informado nuestro Padre de todo,
había quedado de acuerdo con los otros Superiores
en que convenía todavía tomarse tiempo. Ahora, por
el contrario, con asombro de don Celestino
Durando, dijo de repente que sí al Obispo, como si
no existiese ninguna de las dificultades del día
anterior. Al mediodía, invitó a almorzar al señor
Obispo, el cual le ofreció el brazo y le acompañó,
sosteniéndolo hasta el comedor. El Santo le dio
las gracias por su atención con cordiales
expresiones. Al final de la comida, quiso el
Obispo repetir la misma cortesía, pero don Bosco
lo evitó humildemente. Escribe Viglietti en su
diario: <>.
((**It18.438**)) Entre
los recuerdos de este encuentro, no olvidó nunca
Monseñor la impresión que le produjeron un gesto y
una frase del Santo.
En el momento de disponerse para ir a almorzar, el
helenista, viejo y fiel amigo, Monseñor Pechenino,
que estaba entre los invitados, animaba a don
Bosco a esperar una pronta curación; pero éste,
andando y sonriendo, le señaló con los ojos y con
la cabeza una calavera que tenía sobre la cómoda.
Fue un gesto rapidísimo que monseñor Pechenino no
advirtió, pero sí el Obispo, quien, al volver a
Turín en abril de 1888 refirió el hecho a los
Superiores del Capítulo.
1 Véase vol. XVII, pág. 302.
2 Se ha escrito que se había hospedado en el
Oratorio, pero esto no se compagina con lo que
escribió, el veinticinco de marzo de 1888, a don
Miguel Rúa: que, debiéndose dirigir a Roma, rogaba
le indicase un buen hotel en Turín, porque no
había quedado satisfecho con el elegido por él en
el viaje anterior.
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