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fundarían su propia casa, donde, en vez de volver
al primitivo esplendor una obra en decadencia,
desarrollaran un centro educativo propio, de
acuerdo con los métodos de don Bosco.
Por voluntad de don Bosco y teniéndolo a la
vista durante los últimos meses de su vida, el
colegio de Valsálice sufrió una profunda
transformación. La idea de establecer en él una
nueva organización se puso sobre el tapete en la
reunión capitular del catorce de marzo. Don Miguel
Rúa propuso entonces realizar algunas reparaciones
necesarias, en parte por los efectos del terremoto
y en parte por los desgastes del tiempo; hasta
propuso levantar una capilla nueva, según plano ya
preparado. Don Bosco dijo que, antes de meterse en
obras, se examinase bien el estado del colegio y
cuántos alumnos tenía. Al respondérsele que sólo
había cincuenta y que no se esperaba poder
remontar esta cifra, lanzó esta propuesta:
-Habría ((**It18.435**)) que
pensar si no sería conveniente dar a aquel colegio
otro destino.
Recalcando la idea, recordó don Juan Bonetti
que don Bosco había aceptado el colegio de
Valsálice únicamente por acceder al deseo y casi
imposición del arzobispo Gastaldi, a pesar de la
unánime votación en contra de los hermanos; hizo
observar, además, que el personal se encontraba
allí a disgusto, dada la disparidad de condición
social entre superiores y alumnos. Don Julio
Barberis rogó se tuviera presente que, al año
siguiente, la casa de San Benigno no podía
albergar a todos los clérigos que, al concluir el
noviciado, deberían dejar Foglizzo. Don Francisco
Cerruti sugirió si no sería el caso de ver si era
posible llevar a Valsálice unos cincuenta
clérigos. Pero esta proposición de dividir a los
clérigos estudiantes no le gustaba a don Julio
Barberis, por miedo a perder la unidad de espíritu
y de dirección. Don Bosco escuchó todo esto, mas
no dijo nada. Se dejó la cuestión para quince días
después de Pascua.
La orden del día del diecinueve de abril
presentaba la discusión del mismo tema. La
decisión fue la de acabar con el liceo
(bachillerato superior) en Valsálice; y, en cuanto
a lo de dedicar la casa a otra finalidad, se dejó
para otra sesión. El Capítulo, sin embargo, quiso
que constara que, en todo caso, don Bosco era
siempre árbitro absoluto sobre la decisión a
tomar.
En la sesión del veintisiete de junio, presentó
don Miguel Rúa el presupuesto para la construcción
de un lavadero para servicio del colegio de
Valsálice: los gastos previstos alcanzarían a
siete mil cien liras. Los pareceres estaban
divididos en cuanto a lo esencial de la cuestión;
en una sola cosa estaban de acuerdo, en que se
suspendieran
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