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segunda, el veinte de diciembre. La primera se
envió como complemento del Boletín. Don Pedro
Pozzan, director del mismo, le preguntó qué
espacio de tiempo se debería emplear para la
expedición de la circular.
-Tienes tres meses de tiempo, respondió don
Bosco.
La insólita respuesta extrañó a todos, ya que,
otras veces y en casos similares, contestaba que
se hiciera lo más pronto posible. Tres meses
después ocurrió su muerte. Las dos fueron
traducidas al francés, al español y al alemán.
Fueron ((**It18.430**)) los
últimos documentos de esta suerte que salieron con
la firma de don Bosco 1.
En la iglesia de María Auxiliadora se llevó a
cabo la ceremonia del adiós, el seis de diciembre,
con la solemnidad de siempre. Los que partían se
habían reunido antes en la habitación de don Bosco
para recibir sus últimos recuerdos. Les dijo,
entre otras cosas:
-Amad la pobreza y la caridad fraterna. Leed a
menudo las Reglas y practicadlas siempre 2.
A pesar de sentirse extenuado de fuerzas, quiso
bajar después al santuario. Entró en el
presbiterio, sostenido por los secretarios.
Predicó don Juan Bonetti, pero, escribe Viglietti
en su diario, <>. Había enviado al Papa, por
medio del cardenal Della Volpe, el siguiente
telegrama: <>. Entregó a los misioneros dos
cartas de presentación, escritas por él mismo: una
para el Presidente de la República y la otra para
el Arzobispo de Quito. En la segunda decía 3.
Excelencia Reverendísima:
Tengo el gusto de presentarle los ocho pobres
Salesianos, destinados al establecimiento de una
casa salesiana en Quito, bajo los auspicios de V.
E. Revma. y de las demás autoridades de esa
Honorabilísima República. Pongo a estos mis hijos,
muy queridos en Jesucristo, en las manos de V. E.
como en las de un padre amoroso, que querrá
socorrerlos en todo momento con oportunos consejos
y ayuda espiritual y temporal. Van con la mejor
buena voluntad de corresponder a las esperanzas de
V. E., trabajando con todas sus fuerzas en la
cristiana instrucción y educación, especialmente,
de la juventud pobre y abandonada; y, cuando
aumenten en número, con mucho gusto, se
consagrarán al bien espiritual y moral de las
tribus que acaso necesiten de su labor para
conocer y recorrer el camino del Cielo.
1 Ap., Doc., núm. 82.
2 Este detalle se lee en una biografía de don
Luis Calcagno, manuscrita, revisada por su
compañero de viaje don A. Fusarini, y que se
conserva en nuestros archivos.
3 El original se conserva en el archivo
arzobispal de Quito.
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