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((**Es18.374**) segunda, el veinte de diciembre. La primera se envió como complemento del Boletín. Don Pedro Pozzan, director del mismo, le preguntó qué espacio de tiempo se debería emplear para la expedición de la circular. -Tienes tres meses de tiempo, respondió don Bosco. La insólita respuesta extrañó a todos, ya que, otras veces y en casos similares, contestaba que se hiciera lo más pronto posible. Tres meses después ocurrió su muerte. Las dos fueron traducidas al francés, al español y al alemán. Fueron ((**It18.430**)) los últimos documentos de esta suerte que salieron con la firma de don Bosco 1. En la iglesia de María Auxiliadora se llevó a cabo la ceremonia del adiós, el seis de diciembre, con la solemnidad de siempre. Los que partían se habían reunido antes en la habitación de don Bosco para recibir sus últimos recuerdos. Les dijo, entre otras cosas: -Amad la pobreza y la caridad fraterna. Leed a menudo las Reglas y practicadlas siempre 2. A pesar de sentirse extenuado de fuerzas, quiso bajar después al santuario. Entró en el presbiterio, sostenido por los secretarios. Predicó don Juan Bonetti, pero, escribe Viglietti en su diario, <>. Había enviado al Papa, por medio del cardenal Della Volpe, el siguiente telegrama: <>. Entregó a los misioneros dos cartas de presentación, escritas por él mismo: una para el Presidente de la República y la otra para el Arzobispo de Quito. En la segunda decía 3. Excelencia Reverendísima: Tengo el gusto de presentarle los ocho pobres Salesianos, destinados al establecimiento de una casa salesiana en Quito, bajo los auspicios de V. E. Revma. y de las demás autoridades de esa Honorabilísima República. Pongo a estos mis hijos, muy queridos en Jesucristo, en las manos de V. E. como en las de un padre amoroso, que querrá socorrerlos en todo momento con oportunos consejos y ayuda espiritual y temporal. Van con la mejor buena voluntad de corresponder a las esperanzas de V. E., trabajando con todas sus fuerzas en la cristiana instrucción y educación, especialmente, de la juventud pobre y abandonada; y, cuando aumenten en número, con mucho gusto, se consagrarán al bien espiritual y moral de las tribus que acaso necesiten de su labor para conocer y recorrer el camino del Cielo. 1 Ap., Doc., núm. 82. 2 Este detalle se lee en una biografía de don Luis Calcagno, manuscrita, revisada por su compañero de viaje don A. Fusarini, y que se conserva en nuestros archivos. 3 El original se conserva en el archivo arzobispal de Quito. (**Es18.374**))
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