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sus ruegos, acabó por declarar que estaba
dispuesto a concedérselos, pero a condición de que
la Santa Sede no pusiese dificultades para el
envío de un número tan pequeño.
Satisfecho con este primer resultado, el
Arzobispo prosiguió su viaje a Roma. Allí presentó
a León XIII la extrema necesidad en que se
encontraba su diócesis para obtener sacerdotes
salesianos. El Papa no sólo aprobó el proyecto,
sino que, además, le dijo que escribiera a don
Bosco, expresándole su deseo de que enviara
Salesianos a Quito.
Al estar el Papa de por medio, don Bosco no
hacía distinción entre deseo y orden; así que, sin
más, pensó obedecer. Pero, aún antes de recibir
tal comunicación, presagiando don Bosco cómo
terminaría el asunto, ya había dicho el dieciocho
de enero en tono de broma, según escribe Lemoyne:
-Ahora se me antoja que hay que preparar, lo
antes posible, una expedición de misioneros para
la República del Ecuador. Aquello es centro de
misión y, además, se pueden reclutar vocaciones.
Muy pronto corrió por la ciudad la noticia de
aquella su intención; en efecto, en las primeras
fechas del año nuevo, cuando las personas
caritativas suelen echar la mano a la bolsa, un
sacerdote muy benemérito en instrucción y
educación popular y autor de muchas publicaciones
muy logradas para la escuela primaria, el profesor
Juan Scavia 1, escribía afectuosamente ((**It18.428**)) al
<>, con quien le
unían lazos de cordial amistad: <>.
En cuanto Monseñor despachó sus asuntos en
Roma, volvió a Valdocco el doce de febrero. Allí
se fijaron las cláusulas de un convenio,
1 Vivía en Turín, pero era de Castellazzo
Bormida. Murió en 1897. Gozaron de mucha
popularidad, entre otros, sus libros: Los meses
del año, El hombre y el universo, Cien narraciones
de historia sagrada.
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