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-Pan, trabajo y paraíso: he aquí tres cosas que
puedo ofrecerle en nombre del Señor.
Ortúzar empezó a reflexionar, hasta que, por
fin, respondió que aceptaba. Entonces el Siervo de
Dios le dijo:
-Don Bosco morirá pronto, pero está aquí don
Miguel Rúa en su lugar. El se encargará de darle
el pan; trabajo ciertamente no le faltará; y don
Bosco espera llegar antes que usted al cielo para
reservarle de parte de Dios el paraíso.
El primer pensamiento de don Camilo fue
naturalmente regresar a París para explicar a su
madre el cambio que había efectuado y recoger su
ajuar personal, ya que sólo había llevado consigo
lo puesto. Pero don Bosco le había dicho:
-Esté tranquilo, su señora madre aprobará con
agrado su resolución. Vaya, sin más, donde le
reclaman sus nuevos deberes y tenga por seguro que
nunca se arrepentirá de haber obedecido como un
buen soldado del Señor.
Aquella misma tarde, acompañado por don Julio
Barberis, se encaminó a Valsálice para empezar su
noviciado.
Por parte de su madre no hubo la más mínima
dificultad. Habían pasado ya dos meses desde aquel
día, cuando le vieron sus compatriotas aparecer
ante ellos en el Oratorio. Escribe el señor Méndez
en el citado artículo: <>. Podemos
confirmar que era realmente así. Don Evasio
Rabagliati aseguraba a don Miguel Rúa 1: <>.
Don Camilo Ortúzar vivió entre nosotros con
tanta humildad y sencillez que nadie, al verle y
tratarle, hubiera podido sospechar jamás los altos
cargos que había desempeñado en su patria, ni
tampoco el verdadero motivo que le había inducido
a ((**It18.421**))
abandonar su ciudad natal, que era su firme
voluntad de librarse definitivamente del posible
episcopado, para el que varias veces había estado
propuesto 2.
1 Carta, Concepción, 24 de diciembre de 1887.
2 En 1903 se publicó en Sarriá (Barcelona) un
bello opúsculo (DIEGO DE CASTRO, Biografía de don
Camilo Ortúzar, Pbro. de la Pía Sociedad de San
Francisco de Sales).
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