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Providencia, donde ((**It18.415**)) debían
hospedarse provisionalmente. Una oleada de gente
del pueblo invadió la iglesia adyacente para
cantar con ellos el himno de agradecimiento al
Señor.
Pasados unos días en aquella tranquila mansión,
se dirigieron a tomar posesión del colegio
preparado, bajo el patrocinio de San José.
Hubo entonces una verdadera porfía entre el
vecindario para proporcionar cuanto hacía falta
para la capilla, el mobiliario, la mantelería y la
cocina. Reinaba allí la pobreza, pero escribía el
Director 1:
<>. Y los hechos le dieron
plenamente la razón. Donde se había entrado sin
nada, se tuvo de todo al poco tiempo. Hubo,
además, muy pronto gran número de muchachos en el
oratorio festivo, que se inauguró el primer
domingo después de su llegada. Surgieron poco a
poco clases y talleres, y no después de mucho
tiempo.
De acuerdo con lo resuelto por carta, monseñor
Cagliero había debido llegar poco antes o
seguirles después a Concepción para inaugurar con
toda solemnidad la casa; pero el hombre propone y
Dios dispone; el incidente de la caída, como ya
hemos visto, desbarató todos los planes. Mas no
hay mal que por bien no venga; su desgracia le dio
a conocer en toda la República, despertando una
veneración especial por su persona, a quien
tributaron triunfales recibimientos por donde
quiera que anduvo, durante su estancia en Chile.
Todos, en efecto, querían ver al gran hijo de
don Bosco en Linares, en Valparaíso, en Los
Angeles, en Talca, en Santiago, capital del
Estado, centros en los cuales se trabajaba para
((**It18.416**)) que
fueran los Salesianos. El conocimiento personal
redobló el ardor de la espera. Don Evasio
Rabagliati escribía el día catorce de mayo a
Turín: <>.
El, por su parte, se excedió un poco en las
promesas; y la impaciencia, por la otra, dio a sus
palabras más alcance del que tenían. No obstante,
cuando fue a Turín, defendió con elocuencia y
bastante
1 Carta a don Bosco, veinticinco de marzo de
1887.
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