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((**Es18.355**) esto no hubiera tenido un resultado tan rápido, de no haber intervenido la esposa del Gobernador, la cual, en fin de cuentas, sacó a su marido del apuro en que se había metido, procurándole una salida decorosa. Este acabó mostrándose tan razonable que, en agosto, aceptó asistir personalmente a la solemne bendición de una capilla de madera que improvisó Monseñor. La actividad misionera salesiana no se hizo esperar. El oratorio festivo y las escuelas empezaron en seguida a atender a los hijos de los inmigrantes. A principios de octubre, Monseñor distribuyó la primera comunión a los alumnos. Logró que asistieran también sus padres, a la ceremonia, lo que constituyó la primera sacudida a la indiferencia religiosa general, atrayendo a la iglesia a quienes no entraban en ella desde hacía mucho tiempo. Además, los indios de Patagonia meridional se acercaban a Puntarenas con frecuencia, para hacer sus intercambios, lo que ofrecía a los misioneros buena ocasión para el apostolado. El cinco de noviembre Monseñor podía escribir a don Bosco: <((**It18.407**)) prometieron volver pronto con muchos otros compañeros. Fui a visitarlos, les enseñé un poco de catecismo y les inculqué que no se dieran a la borrachera, porque es una cosa muy fea y mala ante Dios y los hombres, y que no imitasen a los malos cristianos. Vi con agrado que me escucharon y, en los pocos días que pasaron con nosotros, no hubo que lamentar ningún desorden. Al contrario, me prometieron que volverían para instruirse y bautizarse>>. Pero al gran Misionero le preocupaba la misión en la Tierra del Fuego. <>. Uno de los medios indispensables para emprender activamente aquella misión hubiera sido un vaporcito, con el que poder recorrer islas y canales en busca de los salvajes. Como no le era entonces posible comprar uno, alquiló la goleta Victoria, con capacidad para cuarenta toneladas; con ella visitó a fines de 1887 la isla Dawson, punto central de los indios Yaganes y Alacalufes, que se acercaban allí con sus canoas; y costeó la parte chilena de la isla Grande. En uno y otro lugar encontró muchos salvajes, se entretuvo con ellos, los invitó a que fueran a Puntarenas, les regaló vestidos y víveres y tuvo la satisfacción de oír cómo le repetían: -Tú eres un capitán bueno. Y Capitán Bueno vino a ser el término corriente con que, aquellas (**Es18.355**))
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