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que contentarse con tomar posesión de la misión,
bendiciéndola desde lejos y poniéndola bajo la
protección de María Auxiliadora. Monseñor Cagliero
fechó allí, en Punta Arenas, ((**It18.404**)) una
carta para don Bosco que comenzaba así: <>.
Y después de referir el viaje hecho y el que
tendría que hacer, proseguía:
<>.
El día cuatro de junio llegaron a Montevideo,
desde donde siguieron el viaje hasta Buenos Aires.
Monseñor Cagliero presidió allí una conferencia
inspectorial, que él mismo convocó y que resultó
más digna de nota por la casual y afortunada
presencia de los siete salesianos sobrevivientes
de la primera expedición misionera de doce años
antes 2.
Monseñor Fagnano ardía en deseos de comenzar de
una vez la evangelización de sus pobres salvajes
fueguinos. Se dice que el dinero es el sostén de
una guerra, pero sin dinero tampoco se fundan ni
se sostienen las misiones católicas. Nuestro
Prefecto Apostólico no se atrevía a esperar nada
de los salesianos de Argentina, ((**It18.405**))
cargados de deudas. Se las arregló, pues, como
pudo y agudizó aquel su sagaz y hasta temerario
ingenio, que tenía para los asuntos económicos.
Consiguió finalmente del Inspector de Buenos Aires
un sacerdote, un clérigo y un coadjutor 3, y se
abandonó en manos de la Providencia.
1 Es la carta publicada en el Ap., Doc. núm.
76.
2 Los dos monseñores Cagliero y Fagnano; don
Santiago Costamagna, los sacerdotes Valentín
Cassini, Juan Allavena, Domingo Tomatis y el
coadjutor Belmonte.
3 El sacerdote don Antonio Ferrero, el clérigo
Fortunato Griffa y el coadjutor José Audisio.
(**Es18.353**))
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