Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es18.350**) Si no hubiera hecho aquella repentina y atrevida maniobra, se hubiera despeñado hasta el abismo, desde donde un sordo rumor indicaba, poco después, que el caballo se había precipitado al fondo en su loca huida. Los compañeros volaron hacia la víctima, lo levantaron del suelo, le preguntaban consternados qué le dolía; pero él no podía hablar, apenas respiraba. Cuando se rehizo un poco y les vio llorar, díjoles: -íNo seáis niños! De tantas costillas como tengo, creo que sólo se han roto dos. Hágase la voluntad de Dios. También esto pasará. No había agua, ni se encontraba una sombra: no pudieron reanimarlo más que con unos sorbos de vino de misa. Y, como allí no podían permanecer, lo montaron sobre el caballo y con todo el cuidado del mundo, empezaron a bajar hacia el Neuquén. Después de unas horas de camino, de martirio para el paciente, lo pusieron al abrigo del sol en una cabaña abandonada, para que descansase un poco. Reanudaron el camino, difícil y sobre manera peligroso en el momento de vadear los ríos de lecho pedregoso: cada paso del animal le producía dolorosos espasmos. Finalmente, al clarear de la luna, llegaron a casa del señor Lucas Becerra, quien, al alba de aquel día, después de haber hospedado a Monseñor durante cuatro jornadas de misión, lo había despedido con la más exquisita y cristiana cortesía. Y, al verlo llegar en tan lamentable estado, le prodigó todos los cuidados posibles y aplicóle remedios caseros de una manera tan inteligente, que produjeron buen efecto; ((**It18.401**)) al mismo tiempo mandó a buscar medicamentos a los Franciscanos de Chillán, en Chile. Un atento examen dio a conocer que se le habían dislocado dos costillas del lado izquierdo, con roturas musculares y lesiones pulmonares. Tenía contuso el fémur izquierdo, desde la cadera hasta la rodilla. La cara y el brazo presentaban cardenales causados por los muchos guijarros que había en el lugar donde cayó. Durante cuatro días sufrió una fiebre altísima, acompañada de agudos dolores pulmonares; después tomaron las cosas mejor cariz. Los buenos cristianos de Malbarco acudían en hilera llevándole huevos, gallinas, fruta, verdura, con una cordialidad conmovedora; pero los que se ganaron imperecedero recuerdo fueron el señor Lucas y su esposa, los cuales le prodigaron, durante veinticinco días, las atenciones más solícitas y delicadas. El día doce de marzo pudo levantarse de la cama el enfermo por vez primera; pero, hasta el día veinticinco, día de la Anunciación, no pudo celebrar la santa misa. Los Franciscanos de Chillán dieron noticias (**Es18.350**))
<Anterior: 18. 349><Siguiente: 18. 351>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com