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eficaz, quería el Señor que este brazo fuera el
señor Ministro Dosse 1.
Cuando se mantenía este coloquio, estaba ya
monseñor Fagnano explorando la zona argentina de
la Tierra del Fuego. El Gobierno, decidido a
organizar allí la administración civil, no hubiera
llegado a un resultado definitivo, sin un estudio
previo del país. Encargó, pues, al señor Ramón
Lista que hiciera en noviembre de 1886 un viaje de
exploración en la costa oriental de la Isla
Grande. La expedición, guiada por dicho señor,
oficial superior del Ministerio de la Guerra, se
componía del doctor Polidoro Segers, cirujano del
ejército, y de veinticinco soldados, al mando de
un capitán. El Prefecto Apostólico, aprovechando
la favorable ocasión, pidió y obtuvo ser agregado
a la expedición en calidad de capellán.
Embarcáronse en Buenos Aires el día treinta y
uno de octubre en el Villarino y llegaron el día
tres de noviembre a Patagones, donde se quedaron
ocho días para hacer los últimos preparativos. La
partida se inició con un banquete en el campo, al
que también fue invitado monseñor Cagliero, que
escribió después a don Juan Bautista Lemoyne 2:
<>. El Vicario y el
Prefecto apostólico miraron aquella misión
gubernativa como el principio de la nueva misión
salesiana.
Levaron anclas el día doce de noviembre. En
ruta tocaron Santa Cruz, en donde monseñor Fagnano
pudo ver a los dos salesianos ((**It18.394**)) don
Angel Savio y don José María Beauvoir, que, como
ya hemos dicho, trabajaban hacía más de un año en
los confines de su jurisdicción. El día veintiuno
arribaron felizmente a la Bahía de San Sebastián,
que se abre ancha y profunda al nordeste de la
isla, meta de su viaje.
Las operaciones de desembarque costaron tiempo
y trabajo: había que poner en tierra cuarenta
mulas, destinadas al transporte del personal y
equipajes, cincuenta ovejas y comestibles en
conserva o secados al sol, suficientes para seis
meses. Finalmente, hacia las diez del día
veinticuatro, todos los miembros de la expedición
se encontraban reunidos en un vallecito al sudeste
de la Bahía, al pie de una amena colina a la
orilla de un arroyuelo cristalino que brotaba a
casi cien metros de distancia y dividía la pequeña
llanura regando el suelo,
1 Carta de don Santiago Costamagna a don Bosco,
Buenos Aires, diecinueve de noviembre de 1886.
2 Patagones, doce de noviembre de 1886.
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