((**Es18.34**)
Y así diciendo lo condujo por una larga calle,
que llevaba a una plaza inmensa, y lo hizo subir
sobre un pedestal. La plaza estaba desierta, por
lo que don Bosco objetó:
-Pero >>a quién voy a predicar, si aquí no hay
nadie?
Mas he aquí que, de pronto, la plaza se vio
abarrotada de gente. El entonces habló del Via
Crucis, explicó el significado de la palabra,
enumeró ((**It18.27**)) las
ventajas de esta práctica piadosa y, cuando hubo
terminado de hablar, todos le suplicaban que
continuase explicando cada una de las estaciones.
Don Bosco se excusaba afirmando que no sabía qué
más decir, pero ante las insistencias de la
multitud hubo de tomar nuevamente la palabra y
siguió hablando sin interrupción, diciendo que el
Via Crucis es la vía del Calvario, el camino de
los padecimientos, que Jesucristo fue el primero
en recorrer y que nos propone a nosotros imitarle
con estas palabras: Qui vult post me venire,
abneget semetipsum, tollat crucem suam quotidie et
sequatur me. Finalmente, en el ardor de la
plática, se despertó.
Sobre el Via Crucis había contado otro sueño el
dieciséis de noviembre del año anterior. Le
pareció estar rodeado de una muchedumbre de gente
que le decía:
-íHaga un Via Crucis con ejemplos! íHágalo,
hágalo!
-Pero >>qué ejemplos queréis que os cuente?,
respondió él. El Via Crucis es en sí mismo un
continuo ejemplo de los padecimientos de Nuestro
Señor.
-No, no; queremos un nuevo trabajo.
Don Bosco se encontró inmediatamente con la
obra compuesta; incluso tenía ya las pruebas de la
imprenta en la mano y buscaba a don Juan Bonetti y
a don Juan B.ta Lemoyne o don Juan B.¦ Francesia,
para que las corrigiesen, pues él se encontraba
muy cansado.
Mientras los buscaba afanosamente, se despertó.
El Santo debía, en realidad, reproducir en sí
el ejemplo de la pasión de Jesucristo, soportando
en unión del Señor las dolorosas enfermedades que
le acompañarían hasta la muerte y ofreciéndose a
sí como modelo de paciencia a sus hijos.
Hagamos ahora un hueco para un sueño que parece
contener algún elemento profético. El siervo de
Dios se lo contó a Lemoyne y al clérigo Festa el
día 1.° de marzo de 1886.
Le pareció estar en I Becchi. Su madre, con una
vasija en la mano, estaba junto a la fuente y
sacaba el agua sucia echándola en un barreño.
Aquella fuente había dado siempre agua purísima;
por tanto, se sentía llena de admiración, no
sabiendo explicar aquel fenómeno.
((**It18.28**)) -Aquam
nostram pretio bibimus, dijo entonces
Margarita.(**Es18.34**))
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