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central de aquella escalinata; y lo comprendió
finalmente del todo, cuando, preparado el proyecto
del monumento que se erigiría sobre su tumba, fue
presentado para su aprobación en la primavera, sin
que hubiera dicho nada a nadie sobre la
conversación tenida en septiembre.
Volvió al Oratorio el día dos de octubre por la
tarde. Tomó asiento también en el coche don Luis
Martí Codolar. Cuando llegaron a la cancela del
parque que rodea el internado dirigido por las
Damas del Sagrado Corazón, hizo parar, porque
quería saludar una vez más a aquellas religiosas.
Los detalles de esta visita ya los conocemos 1. En
el Oratorio lo esperaban los muchachos. Una salva
de aplausos entusiastas le saludó a su entrada;
subió después las escaleras y se asomó desde la
galería; un coro universal cantó el antiguo himno:
Venite compagni, don Bosco ci aspetta (Venid
compañeros, don Bosco nos espera). Eran cientos de
muchachos que cantaban con los ojos fijos en él.
Aquel espectáculo conmovió hasta las lágrimas a la
familia de don Luis y dijeron, después, que nunca
habían asistido a una escena tan conmovedora.
Mientras escuchaba el canto, iba él despacito
hacia su habitación, en la que, por desgracia,
poco tiempo más podría todavía aconsejar y
alentar, tanto a sus hijos como a los extraños.
1 Vol. XV, pág. 572.
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