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diciendo que hubiera deseado darle algo de dinero
para el noviciado francés, pero que la Providencia
no se lo había enviado.
-Pero quiero pagarte el viaje, al menos. Toma
estas cincuenta liras en oro; es todo lo que
tengo.
Después lo miró con mucho cariño y le dijo:
-También tú te marchas. Todos me abandonan. Sé
que don Juan Bonetti se irá esta tarde. Don Miguel
Rúa también se va. Me dejan solo.
Y, al decir estas palabras, llenáronse sus ojos
de lágrimas. Se conmovió todavía más, diciendo:
-Don Bosco tiene aún muchas cosas que comunicar
a sus hijos y no le va a llegar el tiempo para
decírselas.
Y como también don Pablo Albera se pusiera a
llorar, don Bosco se hizo un poco de violencia y
dijo:
-No te hago ningún reproche; cumple tu deber y
vete. Que Dios te acompañe; pediré por ti. Te
bendigo de todo corazón.
Más interesante aún fue la conversación que
tuvo con don Julio Barberis el día trece de
septiembre 1. Se había determinado cambiar el
destino del colegio de Valsálice, sustituyendo sus
alumnos de familias distinguidas por los clérigos
estudiantes de filosofía. Acabada la sesión
capitular, don Julio Barberis se quedó solo con él
y le preguntó con toda confianza cómo se entendía
que, habiéndose opuesto siempre a aquel cambio,
hubiera cambiado de parecer. Respondió:
((**It18.385**)) -De
ahora en adelante estaré yo custodiando esta casa.
Y, mientras decía esto, no apartaba sus ojos de
la escalinata que va del jardín superior al
pórtico del gran patio inferior. Después de unos
instantes añadió:
-Haz preparar el plano.
Y, como el colegio no estaba totalmente
acabado, don Julio Barberis creyó que don Bosco
quería decir que se terminara el edificio, y le
respondió:
-Bueno, haré que lo preparen y se lo presentaré
este invierno.
Pero él añadió:
-Este invierno no, sino en la próxima primavera
y no has de presentármelo a mí, sino al Capítulo.
Y seguía mirando siempre hacia la escalinata.
Solamente cinco meses después cayó don Julio
Barberis en la cuenta del pensamiento del Santo.
Cuando lo vio sepultado en Valsálice y
precisamente en la parte
1 Summ. sup. virt., núm. XVIII, De pretioso
obitu (testigo don Julio Barberis).
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