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P.D. En este momento recibo la noticia de que
el conde Colle de Tolón, nuestro insigne
bienhechor, está gravemente enfemo. Lo encomiendo
encarecidamente a la caridad de sus santas
oraciones.
El hijo del conde Francisco De Maistre continuó
empeorando hasta otoño, cuando el padre, perdida
toda esperanza de salvarlo, telegrafió a don Bosco
desde Saboya: <>. Se le había declarado
una pulmonía. La fiebre era muy alta, la tos
obstinada, la repetida auscultación acusaba que
sobre todo un pulmón estaba obstruido ((**It18.372**)) y
corría peligro la vida del pobre niño. Cuando el
médico declaró que él sólo no podía hacerse
responsable de la enfermedad, el padre preparó un
telegrama para enviarlo a un especialista de
París; pero, antes de mandarlo, quiso implorar las
oraciones de don Bosco. El Santo respondió
telegráficamente bendiciéndolo, prometiendo rezar
con sus muchachos a María Auxiliadora y
recomendando que estuvieran tranquilos. Se envió
la respuesta al anochecer. Se supo en seguida que
el niño había pasado bien la noche y que, a la
mañana siguiente, le habían encontrado totalmente
curado: sin fiebre, sin tos, y, sin poder
distinguir, a la auscultación, qué pulmón había
sido el afectado. El médico de París solamente
comprobó con mayor seguridad la perfecta e
instantánea curación. Pasado el invierno, el padre
llevó a Andrés a visitar la tumba de su bienhechor
y, para que no se le borrase el recuerdo del favor
recibido y su agradecimiento al Siervo de Dios,
hizo que él mismo enviara a don Miguel Rúa una
carta con dos billetes de mil liras. El muchacho
continuó manteniéndose sano y robusto 1.
La cuarta carta requiere algunas explicaciones.
La señora Teodolinda Pilati, viuda de Donini, de
Bolonia, conocida ya por nuestros lectores como
una generosa cooperadora, había comunicado a don
Bosco en el mes de junio su intención de emplear
en obras de beneficencia el patrimonio que le
había dejado su marido. Don Bosco le había
respondido, manifestándole, ante todo, su
pensamiento de que al presente no había necesidad
más apremiante que la de ayudar a la juventud
masculina pobre y abandonada, para educarla
cristianamente, formar buenos ciudadanos, obreros
y padres de familia y preparar buenos sacerdotes y
religiosos, cuidando las vocaciones, como
precisamente se hacía en las casas salesianas de
Europa y de América.
En el caso, pues, de que la señora tuviera la
intención de favorecer
1 Summ. sup. vir. núm. XVII, De donis supernis
et miraculis in vita, & 28 (testigo don Miguel
Rúa).
(**Es18.325**))
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