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de hijos de Dios; sin embargo, en el caso del que
hablamos, no hubiera sido suficiente sin la
caridad paciente, dulce y benigna de don Bosco.
Escuchémoslo del mismo penitente:
<>.
Dos días antes de la reunión que hemos
referido, se había introducido en el apartamiento
de don Bosco una novedad. Hasta entonces, cuando
don Bosco no podía bajar a la iglesia, celebraba
misa en la antesala, en un altarcito disimulado
con unas maderas, a modo de armario. El clérigo
Viglietti había logrado obtener, aunque con
dificultad, que la sala contigua a la de espera se
transformara en capilla, ((**It18.24**)) con un
bonito altar. El día de San Francisco, por la
tarde, fue el cardenal Alimonda a visitar al
Siervo de Dios y el secretario expuso a Su
Eminencia lo mucho que gustaría a toda la casa que
se dignase bendecir el altar y la capilla. El
Cardenal se prestó a ello de muy buen
grado.Llegados de improviso el Obispo de Ivrea,
algunos canónigos y otros insignes personajes,
asistieron todos con don Bosco a la ceremonia.
El Cardenal se puso la estola, recitó con el
ritual en la mano las preces litúrgicas y bendijo
el altar, iluminado como en día de fiesta, y la
estancia. Los presentes recitaron a coro el
Miserere y otros salmos.Fue una agradable función
familiar, cuya oportunidad se aprecia hoy; porque,
habiendo llegado a ser las habitaciones de don
Bosco un verdadero pequeño santuario, la capillita
donde celebró sus últimas misas, viene a ser como
el sancta sanctorum.
Hemos aludido a la fiesta de San Francisco y es
preciso que digamos algo de ella. La precedió una
conferencia a los Cooperadores, que para mayor
comodidad, como se decía en la carta de
invitación, tuvo lugar en la iglesia de San Juan
Evangelista. La presidió don Bosco. El(**Es18.31**))
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