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ya Roma? Conviene que la visiten. Que vean las
iglesias, los monumentos sagrados, las catacumbas,
para que conozcan esta ciudad y cuenten después
sus bellezas.
Terminada la vuelta, los bendijo con el simple
gesto de la mano y diciendo las palabras: -<>, se separó de
ellos, que inmóviles contemplaban su figura, hasta
que desapareció. Después de un momento de
silencio, empezaron a comunicarse mutuamente la
alegría que llenaba sus corazones y se formó un
bullicio insólito en aquellos salones silenciosos.
Salieron del Vaticano para dirigirse a toda prisa
al Sagrado Corazón, a donde llegaron a tiempo para
cantar las vísperas y el himno de acción de
gracias.
Salieron de Roma el sábado veintiuno por la
mañana. Habían amistado con los alumnos del
Hospicio, durante la semana, y naturalmente, al
separarse hubo por ambas partes ((**It18.345**))
sencillas demostraciones de afecto. Unos y otros
se intercambiaron sus direcciones para escribirse
y manifestarse su alegría por haberse conocido, la
pena por tenerse que separar tan pronto, y los
augurios de un buen viaje, una buena permanencia y
la esperanza de volverse a ver. Por fin,
saludándose fraternalmente, se separaron al grito
de íViva don Bosco!
Los viajeros tenían en Pisa una parada de dos
horas. En la estación les esperaban algunas
personas del Seminario, que los condujeron a
almorzar, conforme había dispuesto el Arzobispo.
El Rector, los sacerdotes y maestros con los
seminaristas y colegiales tributaron a los
muchachos de don Bosco el más cordial
recibimiento. Todos se prestaban para servirles, y
manifestaban su satisfacción por haber tenido,
pocos días antes, la visita de don Bosco. De
improviso apareció el mismo Arzobispo.
-El otro día, dijo, tuve la satisfacción de
hospedar al Padre y hoy la de ver a los hijos.
Se congratuló con ellos por las funciones de
Génova y de Roma, se encomendó a sus oraciones
ante el altar de María Auxiliadora, les exhortó a
ser cada día más dóciles a las enseñanzas de su
querido padre don Bosco a quien llamó hombre santo
y les impartió su bendición.
Después de estos entusiastas saludos, fueron
casi a la carrera a visitar la Catedral y
monumentos más cercanos y volaron al tren. Tras
una segunda parada en La Spezia y una tercera en
Sampierdarena, el día veintidós por la noche
entraron triunfalmente en el Oratorio.
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