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((**Es18.302**) ya Roma? Conviene que la visiten. Que vean las iglesias, los monumentos sagrados, las catacumbas, para que conozcan esta ciudad y cuenten después sus bellezas. Terminada la vuelta, los bendijo con el simple gesto de la mano y diciendo las palabras: -<>, se separó de ellos, que inmóviles contemplaban su figura, hasta que desapareció. Después de un momento de silencio, empezaron a comunicarse mutuamente la alegría que llenaba sus corazones y se formó un bullicio insólito en aquellos salones silenciosos. Salieron del Vaticano para dirigirse a toda prisa al Sagrado Corazón, a donde llegaron a tiempo para cantar las vísperas y el himno de acción de gracias. Salieron de Roma el sábado veintiuno por la mañana. Habían amistado con los alumnos del Hospicio, durante la semana, y naturalmente, al separarse hubo por ambas partes ((**It18.345**)) sencillas demostraciones de afecto. Unos y otros se intercambiaron sus direcciones para escribirse y manifestarse su alegría por haberse conocido, la pena por tenerse que separar tan pronto, y los augurios de un buen viaje, una buena permanencia y la esperanza de volverse a ver. Por fin, saludándose fraternalmente, se separaron al grito de íViva don Bosco! Los viajeros tenían en Pisa una parada de dos horas. En la estación les esperaban algunas personas del Seminario, que los condujeron a almorzar, conforme había dispuesto el Arzobispo. El Rector, los sacerdotes y maestros con los seminaristas y colegiales tributaron a los muchachos de don Bosco el más cordial recibimiento. Todos se prestaban para servirles, y manifestaban su satisfacción por haber tenido, pocos días antes, la visita de don Bosco. De improviso apareció el mismo Arzobispo. -El otro día, dijo, tuve la satisfacción de hospedar al Padre y hoy la de ver a los hijos. Se congratuló con ellos por las funciones de Génova y de Roma, se encomendó a sus oraciones ante el altar de María Auxiliadora, les exhortó a ser cada día más dóciles a las enseñanzas de su querido padre don Bosco a quien llamó hombre santo y les impartió su bendición. Después de estos entusiastas saludos, fueron casi a la carrera a visitar la Catedral y monumentos más cercanos y volaron al tren. Tras una segunda parada en La Spezia y una tercera en Sampierdarena, el día veintidós por la noche entraron triunfalmente en el Oratorio. (**Es18.302**))
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