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((**Es18.301**) -Bien. íBendito sea el Señor! Don Bosco ya ha salido para Turín. Nos ha llenado de consuelo su visita. Pero lo hemos encontrado muy quebrantado de salud. Necesitamos que Dios nos lo conserve todavía para bien de la sociedad y de la Iglesia; y, sobre todo, en los difíciles tiempos que corremos. Nos habló, además, de estos buenos muchachos. >>Están todos bajo su inmediata dirección en el Instituto de Turín? -Sí, Padre Santo. Ahora han venido aquí para recibir vuestra bendición y besar vuestro sagrado pie. -Con gusto daremos a todos la bendición; a ellos y a todos los objetos devotos, que vemos llevan en abundancia. Y, situándose en medio de la sala, pronunció el Sit nomen Domini benedictum, invocó sobre todos el auxilio del Señor y los bendijo. Fue un momento emocionante. Después comenzó a hablar, pidiendo noticias de don Bosco, mientras sus ojos observaban a aquellos muchachos, cuyos rostros alegres y vivarachos, le hicieron exclamar: -íQué guapos están! íY qué alegres! >>Son todos cantores? -Sí, Santidad, respondió don Francisco Dalmazzo. Son los que, por su mejor comportamiento y esmero en el canto, se han hecho merecedores de este viaje a Roma. ((**It18.344**)) -Una de las cosas que más nos satisficieron, siguió diciendo el Papa, fue oír a don Bosco que él pide a menudo a sus muchachos que recen por las necesidades del Padre Santo. Para que todos pudieran besarle el pie, se dignó dar una vuelta comenzando por algunos señores que se habían unido a los muchachos. El Procurador le acompañaba y le decía los méritos y condición de cada uno y respondía solícitamente a sus preguntas; así le presentó a los maestros Galli y Bersano y al caballero Bernasconi. -El órgano, dijo el Papa a este último, es un gran adorno de la iglesia. Las iglesias, sin las armonías del órgano, son como cuerpos sin alma. Encontró muy joven a Dogliani y, al enterarse de su gran maestría, lo felicitó efusivamente. Y, al ver a varios sacerdotes, preguntó por su condición y tuvo palabras de ánimo para don Juan Bautista Grosso y para los demás. Y, volviendo a encontrarse de nuevo entre los muchachos, los acariciaba con bondad paternal y dirigía palabras amables y graciosas, ya a uno ya a otro. El más bajo de estatura, por estar detrás de los otros, en vano había intentado besar el pie del Papa. El Padre Santo, que ya había pasado y lo advirtió, se acercó a él. -Qué alegres están estos muchachos, volvió a decir; >>han visitado (**Es18.301**))
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