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-Bien. íBendito sea el Señor! Don Bosco ya ha
salido para Turín. Nos ha llenado de consuelo su
visita. Pero lo hemos encontrado muy quebrantado
de salud. Necesitamos que Dios nos lo conserve
todavía para bien de la sociedad y de la Iglesia;
y, sobre todo, en los difíciles tiempos que
corremos. Nos habló, además, de estos buenos
muchachos. >>Están todos bajo su inmediata
dirección en el Instituto de Turín?
-Sí, Padre Santo. Ahora han venido aquí para
recibir vuestra bendición y besar vuestro sagrado
pie.
-Con gusto daremos a todos la bendición; a
ellos y a todos los objetos devotos, que vemos
llevan en abundancia.
Y, situándose en medio de la sala, pronunció el
Sit nomen Domini benedictum, invocó sobre todos el
auxilio del Señor y los bendijo. Fue un momento
emocionante. Después comenzó a hablar, pidiendo
noticias de don Bosco, mientras sus ojos
observaban a aquellos muchachos, cuyos rostros
alegres y vivarachos, le hicieron exclamar:
-íQué guapos están! íY qué alegres! >>Son todos
cantores?
-Sí, Santidad, respondió don Francisco
Dalmazzo. Son los que, por su mejor comportamiento
y esmero en el canto, se han hecho merecedores de
este viaje a Roma.
((**It18.344**)) -Una
de las cosas que más nos satisficieron, siguió
diciendo el Papa, fue oír a don Bosco que él pide
a menudo a sus muchachos que recen por las
necesidades del Padre Santo.
Para que todos pudieran besarle el pie, se
dignó dar una vuelta comenzando por algunos
señores que se habían unido a los muchachos. El
Procurador le acompañaba y le decía los méritos y
condición de cada uno y respondía solícitamente a
sus preguntas; así le presentó a los maestros
Galli y Bersano y al caballero Bernasconi.
-El órgano, dijo el Papa a este último, es un
gran adorno de la iglesia. Las iglesias, sin las
armonías del órgano, son como cuerpos sin alma.
Encontró muy joven a Dogliani y, al enterarse
de su gran maestría, lo felicitó efusivamente. Y,
al ver a varios sacerdotes, preguntó por su
condición y tuvo palabras de ánimo para don Juan
Bautista Grosso y para los demás.
Y, volviendo a encontrarse de nuevo entre los
muchachos, los acariciaba con bondad paternal y
dirigía palabras amables y graciosas, ya a uno ya
a otro. El más bajo de estatura, por estar detrás
de los otros, en vano había intentado besar el pie
del Papa. El Padre Santo, que ya había pasado y lo
advirtió, se acercó a él.
-Qué alegres están estos muchachos, volvió a
decir; >>han visitado
(**Es18.301**))
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