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y para la sociedad. Brindo en honor de monseñor
Kirby, con quien me une imperecedera amistad.
Monseñor Kirby respondió, en nombre de todos
los Cooperadores y Cooperadoras, diciendo que él y
sus amigos tendrían en cuenta sus palabras, como
si fueran un testamento, y le aseguraba que harían
cuanto estuviera a su alcance para realizar
fielmente su inspirada voluntad y que el hospicio
se llevara a cabo como era su deseo.
A las tres y media, dio su conferencia en
francés monseñor Carlos Murrey de Lyon, auditor de
la Rota en Francia. Manifestó la oportunidad de la
obra de don Bosco, en favor de la juventud pobre y
abandonada y los consoladores frutos ya obtenidos
1.
A las cinco, predicó sobre el Sagrado Corazón
de Jesús el elocuente orador sagrado monseñor
Homodei Zorini, misionero apostólico. Después, los
cantores de Valdocco interpretaron las vísperas de
Aldega. Y, al anochecer, se iluminaron
profusamente la fachada, el campanario, la iglesia
y el hospicio, según el plano diseñado con buen
gusto por un clérigo salesiano: ello atrajo
durante varias horas la atención de mucha gente
que acudía hasta de barriadas apartadas de la
ciudad.
El cardenal Plácido Schiaffino, de los
olivetanos, celebró el segundo día la misa de
comunión general. Aquella mañana quiso don Bosco
bajar a la iglesia para celebrar la misa en el
altar de María Auxiliadora. Durante el divino
sacrificio se paró por lo menos quince veces,
víctima de una gran emoción y llorando. Don Carlos
Viglietti, que le acompañaba, tuvo que ayudarlo de
vez en cuando para que pudiera continuar. Al
acabar, cuando se alejaba del altar para dirigirse
a la sacristía, la gente conmovida se agolpó a su
alrededor, besándole los ornamentos y la mano que
llevaba libre del cáliz, y siguiéndole hasta la
sacristía. Allí le pidieron todos a una voz que
les diera la bendición.
-Sí, sí, respondió.
Y subió los tres escalones de la puerta que
comunica la primera con la segunda sacristía, se
volvió hacia atrás, levantó la mano derecha, pero
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a llorar de repente y, cubriéndose el rostro con
ambas manos, repetía con voz ahogada sin poder
terminar la frase:
-Bendigo... bendigo...
Hubo que tomarlo suavemente por el brazo y
llevarlo adelante.
1 La conferencia aparece, ampliamente resumida,
en el Boletín francés de julio de 1887. Las
noticias relativas a la permanencia de don Bosco
en el Sagrado Corazón, fueron proporcionadas por
el coadjutor D'Archino que fue testigo ocular.
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