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((**Es18.294**) inauditos, heroicos, si se entiende, como es debido, referirlos a don Bosco; ya que los trabajos eventualmente realizados por otros antes de que él se hiciera cargo de la empresa, no fueron en comparación más que un <>. Lo saben los lectores. Y ni la suspirada aurora del día catorce de mayo puso fin a sus afanes, ya que las preocupaciones por el templo pusieron a prueba su paciencia, hasta en el lecho de muerte, y las legó en herencia a su sucesor 1. Todo estaba previsto para la ceremonia de la consagración y para las solemnes funciones de los días siguientes. A eso de las siete llegó el consagrante, cardenal Lúcido María Parocchi, Vicario de Su Santidad y protector de la Congregación Salesiana, acompañado de todo su séquito, como en las más grandiosas ocasiones, y fue recibido por los Superiores, numeroso clero, muchos Salesianos de otras casas, los muchachos de Valdocco y sus compañeros del hospicio. El rito, siguiendo el ceremonial, se hizo a puertas cerradas. Cuando se abrieron las puertas al público, habían pasado cinco horas. Don Bosco asistió en santo recogimiento; asistieron también con él varios ilustres personajes. Al final, monseñor Domingo Jacobini, arzobispo de Tiro y secretario de Propaganda, acercóse al Siervo de Dios, lo tomó del brazo y lo acompañó poquito a poco, hasta su habitación, satisfecho después de haberle prestado aquel servicio. Al mediodía celebró el primero don Francisco Dalmazzo, mientras el nuevo órgano llenaba el templo con sus armonías. Había centenares de devotos y curiosos. La voz común consideró ((**It18.336**)) la iglesia digna de Roma y de las buenas tradiciones del arte cristiano. Debemos, con todo, dejar constancia de que, tanto la consagración, como la iglesia no tuvieron en general en Roma lo que se dice una buena prensa. El entonces periódico masónico Tribuna anunciaba la ceremonia el día diez de mayo, hacía historia del origen del templo, y hablaba de su estilo arquitectónico y de la ornamentación en un artículejo bastante atento. El ya citado Cicerone, aunque de mal espíritu, había hecho en su número del día ocho una descripción algo más detallada del templo, presentando a don Bosco <>. Y seguía el articulista: <>. Y el liberalote Fanfulla, del día quince, tras señalar rápidamente las dificultades y contrariedades y los enormes gastos, proseguía: <(**Es18.294**))
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