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atiendan con esmero, tanto al número de
Salesianos, como a la santidad de los que ya
tienen. No es el número lo que aumenta la gloria
de Dios, sino la virtud, la santidad de los
socios. Por tanto, sean cautos y rigurosos en la
aceptación de nuevos socios en la Congregación;
miren, sobre todo, que sean de una moralidad a
toda prueba.
Después, tomando a don Bosco nuevamente de la
mano, díjole que en confianza le manifestara qué
pensaba acerca de los futuros acontecimientos de
la Iglesia. Don Bosco se excusaba diciendo que el
Padre Santo conocía mejor que él la marcha de
todos los sucesos. Pero el Papa insistió:
-No le pregunto por el presente, que también yo
lo sé; le pregunto por el porvenir.
-Pero yo no soy profeta, repuso don Bosco
sonriendo.
((**It18.332**)) Con
todo, como él dijo después a don Juan Bautista
Lemoyne refiriéndole el coloquio, tuvo que ceder y
manifestarle sus opiniones y cuanto conocía. Pero
no dijo a nadie qué entendía con aquello de cuanto
conocía.
El Padre Santo hubiera querido entretenerlo más
tiempo, de no haber advertido su estado de
sufrimiento. Al notar don Bosco que se disponía a
despedirse, le dijo que llevaba consigo a su
Vicario y a su secretario y que, si Su Santidad se
dignaba concedérselo, deseaban recibir su
bendición. El Papa accedió, sonó la campanilla e
introdujeron a los dos. Don Bosco presentó a don
Miguel Rúa.
-Ah, usted es don Miguel Rúa, dijo el Papa, es
el Vicario de la Congregación. Muy bien, he oído
que desde niño ha estado con don Bosco. Continúe,
continúe la obra comenzada y mantenga el espíritu
de su fundador.
-íAh, sí! Padre Santo, respondió don Miguel
Rúa; con vuestra bendición esperamos poder emplear
hasta el último aliento por la Obra a la que nos
hemos consagrado desde niños.
Don Bosco presentó también a don Carlos
Viglietti, como secretario suyo.
->>Qué ha hecho usted, preguntó el Papa, del
secretario que le acompañó la última vez?
-Padre Santo, respondió don Bosco, se ha
quedado en Turín para despachar los asuntos que le
he encargado. Hay mucho que hacer, pero no
necesito insinuar a mis hijos que trabajen. Más
bien les debo recomendar la moderación. Hay muchos
que desgastan su salud por tanto trabajo. No
contentos con trabajar sin descanso durante el
día, siguen su tarea durante la noche.
-íAh, sí!, respondió el Papa, en todo se
requiere moderación: el
(**Es18.291**))
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