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Y se la colocó sobre las rodillas. Volvió a
sentarse, tomóle de nuevo la mano y le preguntó
con interés sus noticias.
Don Bosco, que había permanecido mudo hasta
entonces y estaba muy conmovido, ante aquellos
detalles de paternal dignación por parte del
Vicario de Jesucristo, le respondió:
-Ya soy viejo, Santidad, tengo setenta y dos
años; éste es mi último viaje y la conclusión de
todas mis cosas. Quería ver todavía una vez a
Vuestra Santidad antes de morir y recibir vuestra
bendición. He sido escuchado. Ya sólo me resta
entonar el Nunc dimittis servum tuum Domine,
secundum verbum tuum, in pace, quia viderunt oculi
mei salutare tuum: LUMEN ad revelationem gentium
et GLORIAM plebis tuae Israel (Ahora, Señor, según
tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz,
porque mis ojos han visto a tu Salvador, luz para
alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo
Israel).
Dio especial intensidad a las palabras lumen y
gloriam, aplicándolas a León XIII a quien se
acostumbraba a saludar con el lumen in coelo de la
seudoprofecía de San Malaquías.
El Padre Santo le hizo observar que su edad de
setenta y dos años era menor que la suya de
setenta y ocho; y albergaba esperanzas de volver a
ver a su querido don Bosco.
-Hágase cuenta de vivir todavía. Hasta que no
oiga que León XIII ha muerto, esté tranquilo.
((**It18.331**)) -Padre
Santo, replicó don Bosco; vuestra palabra es
infalible en ciertos casos y yo quisiera aceptar
su augurio; pero créalo, me encuentro al final de
mis días.
El Padre Santo le pidió noticias de sus hijos,
de sus muchachos, de sus casas, interesándose
mucho por las misiones; preguntóle también si
necesitaba algo. Don Bosco le habló de todo,
especialmente de la iglesia del Sagrado Corazón,
que se debía consagrar a la mañana siguiente.
Finalmente, le recomendó a los muchachos cantores
llegados de Turín, que tenían muchos deseos de
verlo y de que los bendijera.
El Papa manifestó su satisfacción por cuanto
había oído; dijo que sí, que deseaba ver a los
muchachos de don Bosco y hablar con ellos, e
insistió vivamente en que se procurase conservar
su espíritu en toda la Congregación.
-Recomiende especialmente a los Salesianos la
obediencia y dígales que conserven sus máximas y
las tradiciones que les dejará. Sé que ha obtenido
maravillosos resultados con la frecuente confesión
y comunión entre sus muchachos. Continúe y haga
que los Salesianos, a su vez, sigan y recomienden
a los jóvenes, que se les confíen, esta saludable
práctica. A usted y a su Vicario me urge
recomendarles que
(**Es18.290**))
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