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((**Es18.290**) Y se la colocó sobre las rodillas. Volvió a sentarse, tomóle de nuevo la mano y le preguntó con interés sus noticias. Don Bosco, que había permanecido mudo hasta entonces y estaba muy conmovido, ante aquellos detalles de paternal dignación por parte del Vicario de Jesucristo, le respondió: -Ya soy viejo, Santidad, tengo setenta y dos años; éste es mi último viaje y la conclusión de todas mis cosas. Quería ver todavía una vez a Vuestra Santidad antes de morir y recibir vuestra bendición. He sido escuchado. Ya sólo me resta entonar el Nunc dimittis servum tuum Domine, secundum verbum tuum, in pace, quia viderunt oculi mei salutare tuum: LUMEN ad revelationem gentium et GLORIAM plebis tuae Israel (Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel). Dio especial intensidad a las palabras lumen y gloriam, aplicándolas a León XIII a quien se acostumbraba a saludar con el lumen in coelo de la seudoprofecía de San Malaquías. El Padre Santo le hizo observar que su edad de setenta y dos años era menor que la suya de setenta y ocho; y albergaba esperanzas de volver a ver a su querido don Bosco. -Hágase cuenta de vivir todavía. Hasta que no oiga que León XIII ha muerto, esté tranquilo. ((**It18.331**)) -Padre Santo, replicó don Bosco; vuestra palabra es infalible en ciertos casos y yo quisiera aceptar su augurio; pero créalo, me encuentro al final de mis días. El Padre Santo le pidió noticias de sus hijos, de sus muchachos, de sus casas, interesándose mucho por las misiones; preguntóle también si necesitaba algo. Don Bosco le habló de todo, especialmente de la iglesia del Sagrado Corazón, que se debía consagrar a la mañana siguiente. Finalmente, le recomendó a los muchachos cantores llegados de Turín, que tenían muchos deseos de verlo y de que los bendijera. El Papa manifestó su satisfacción por cuanto había oído; dijo que sí, que deseaba ver a los muchachos de don Bosco y hablar con ellos, e insistió vivamente en que se procurase conservar su espíritu en toda la Congregación. -Recomiende especialmente a los Salesianos la obediencia y dígales que conserven sus máximas y las tradiciones que les dejará. Sé que ha obtenido maravillosos resultados con la frecuente confesión y comunión entre sus muchachos. Continúe y haga que los Salesianos, a su vez, sigan y recomienden a los jóvenes, que se les confíen, esta saludable práctica. A usted y a su Vicario me urge recomendarles que (**Es18.290**))
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