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((**Es18.288**) -Yo no regateo con las limosnas, dijo el Santo; sólo digo que hagan un donativo proporcionado a sus alcances. El señor colocó entonces sobre la mesa un billete de quinientas liras. Don Bosco hizo una breve oración y bendijo a la enferma, la cual se sintió inmediatamente curada; movía el brazo en todas direcciones y no cabía en sí de gozo 1. No habían hecho más que salir los esposos, cuando se presentó un grupo de seminaristas del seminario Pío, que iban a dar gracias a don Bosco por un gran favor. El día diez le habían llevado un compañero sordo desde hacía dos años, para que lo bendijera. Don Bosco, conforme su costumbre, se había recogido un poquito en oración, lo había bendecido y le había susurrado una jaculatoria al oído. Por el momento no se advirtió ninguna novedad; tanto es así que en seguida se despidieron los seminaristas. Pero, cuando se encontraron fuera, se dieron cuenta de que el sordo oía perfectamente todo lo que ellos decían; y él, por su parte repitió la jaculatoria que don Bosco le había susurrado al oído minutos antes. Su primer pensamiento fue correr a casa para comunicar a todos la sorprendente noticia; y los superiores los mandaron después a darle las gracias. Un jueves fueron a visitarle los alumnos de un curso del Seminario Lombardo, entre los cuales se encontraba el que hoy es arzobispo de Perugia, monseñor Juan Bautista Rosa. <>. ->>Qué deseáis?, les preguntó -Don Bosco, queríamos verle. -Ya, añadió, íverme! Seguramente por lo que dicen de mí las gentes. Pero >>qué dirá de mí el Señor? ((**It18.329**)) Y, al decir estas palabras, alzó los ojos al cielo, dirigiéndolos después a los seminaristas con ternura y arrasados de lágrimas. -Don Bosco, insistieron ellos; díganos una palabra de recuerdo que nos guíe en nuestra futura vida sacerdotal; y bendíganos, don Bosco. El Santo alzó su mano temblorosa y los bendijo. Después, con el pensamiento siempre fijo en el juicio de Dios, les dio este aviso: 1 Otro señor parece que no pensaba de la misma suerte. Visitó allí a don Bosco y le prometió una limosna de cien mil liras si le obtenía una gracia de la Virgen. -Me contentaría con una taza de café, le respondió el santo. -Y >>cómo es posible? -Porque es mejor una taza de café hoy que cien mil liras mañana. (**Es18.288**))
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