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acompañase música muy selecta; reclamó su atención
el coro de los muchachos de Valdocco y se dirigió
a don Bosco, comprometiéndose naturalmente a pagar
todos los gastos y entregar la debida recompensa.
Era lo más oportuno que se podía desear, y no
surgieron dificultades que entorpecieran el
proyecto.
El numeroso grupo convenientemente dispuesto
salió de Turín el día cinco de mayo, acompañado
por varios superiores y dirigido por Dogliani. La
escolanía se componía de treinta sopranos,
veintidós contraltos, nueve tenores y siete bajos;
y los acompañaban tres maestros insignes: Petrali
de Bérgamo, Galli de Milán y Bersano de Turín. Los
ensayos despertaron en Génova extraordinaria
expectación. El Cittadino del día ocho escribía:
<>. Las fiestas duraron tres días,
durante los cuales los cantores del Oratorio
admiraron a la población y a los forasteros, no
sólo por su maestría en el canto, sino también por
su edificante comportamiento en la iglesia y fuera
de ella 1.
((**It18.324**)) Había
el inconveniente de tener que ir después de la
misa a Sampierdarena para la comida y volver en
seguida a la ciudad para las vísperas. Un rico
fabricante de pianos, el señor Juan Ferrari, que
1 El Cittadino del día nueve decía: <>Muchos sostenían que, en aquella ocasión, se
habían permitido voces femeninas, cuando no eran
más que las de los alumnos salesianos las que
resonaban por las amplias bóvedas de San Lorenzo.
El maestro Dogliani, también él del Colegio de don
Bosco, era quien dirigía los coros y los había
ensayado; a él se debe, por tanto, la máxima parte
del mérito. Quien pudo asistir de cerca a la
ejecución, quedó maravillado del orden, el
comportamiento y la atención que reinaba entre
tantos cantores, que también influían en los
profesores de la orquesta. y cómo cada uno cumplía
su parte a conciencia, sin esfuerzo, sin visajes y
sin aquella actitud teatral que, en otras
circunstancias, pudo considerarse como un mérito,
pero que está fuera de lugar en la casa de
oración. Aquellas vocecitas ingenuas, finas,
delicadas, sin esa articulación nasal o gutural,
que estamos acostumbrados a oír en los cantores
jóvenes, que alguien llamó voces sin carácter,
porque no eran de mujer ni de niño. Son voces de
ángeles, le respondió otro, y nosotros con menos
poesía decimos: son voces de muchachos buenos,
bien instruidos y educados en la ejecución del
canto sagrado, como saben instruirlos y educarlos
los Salesianos>>. Y en el número del día once:
<>.
Y, volviendo al asunto el día veintitrés,
enjuiciaba así la ejecución de las misas: <>.
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