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a mirarlo. Sacó don Miguel Rúa el contenido y
contó seis billetes de a mil.
El mismo don Miguel Rúa contó el hecho a don
Juan Bautista Lemoyne, quien tomó nota en seguida
y su apunte se conserva todavía en nuestros
archivos. Del contenido no se desprende que don
Bosco dijera al Conde qué destino iba a dar a
aquel dinero; más aún, es algo a descartar, como
lo pone de manifiesto la siguiente carta,
destinada a servir de recibo, en atención a la
donante.
Muy querido señor Conde Eugenio:
A su paso por Turín, tuvo a bien venir a
hacernos una visita, visita de verdadera caridad.
Nos encontrábamos frente a una letra vencida,
de seis mil liras, que nos habían entregado pocos
minutos antes, y era precisamente una de las
deudas que los Misioneros habían dejado antes de
partir para Patagonia; ayer, a las diez de la
mañana, se pagó la deuda, con admiración del
acreedor y con maravilla de mí mismo, que no creía
podérsela pagar tan pronto.
((**It18.296**)) Que
Dios le bendiga, querido señor Eugenio, a usted,
que fue el benemérito portador; y bendiga también
a su caritativa tía, que fue la generosa donante.
Todos nuestros misioneros y nuestros doscientos
cincuenta mil huérfanos pedirán al Señor que se
digne recompensarle en el tiempo y en la
eternidad.
Aprovecho esta misma ocasión y cumplo mi deber
de agradecerle el mucho bien que ha hecho a toda
la Congregación Salesiana y a sus alumnos, en
repetidas circunstancias. Valoramos ahora la
importancia de sus favores, por los apuros que
estamos pasando y por la multitud de huérfanos de
todas partes que piden incesantemente ayuda.
Que Dios le bendiga, señor conde Eugenio, y la
Santísima Virgen les proteja a usted y a toda su
familia y conduzca siempre a todos por el camino
de la virtud hasta el Paraíso; pero con usted y
también con este pobre que escribe.
Hace ya bastante tiempo que no he escrito ni
una carta; le ruego, por tanto, que disculpe la
mala letra y el poco orden de mis pensamientos.
Esto me sirvió de grato entretenimiento con aquél
a quien tanto aprecio en el Señor y por quien
todos los días tengo un recuerdo especial en la
santa misa.
Contentos siempre de poderle ver y servir en
todo, tengo el honor y la satisfacción de
profesarme,
De V. S. carísima.
Turín, 6 de marzo de 1887.
Su seguro servidor,.
JUAN BOSCO, Pbro.
El donativo resultó, pues, doblemente
providencial, porque sirvió para saldar una deuda
urgente, que era precisamente de seis mil liras y
posibilitó el disponer de una cantidad igual para
los primeros trabajos de Vallecrosia. En un apuro
de tal importancia, no podía don Bosco dejar de
solicitar la caridad de las personas más capaces
de comprenderlo
(**Es18.261**))
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