((**Es18.26**)
Y dijo don Juan Bautista Francesia a don Bosco:
-Entonces déme también a mí un puñado.
Y don Bosco le replicó:
-Tú no puedes comerlas porque no tienes
dientes.
En esto se oyó un gran rumor procedente del
patio. Eran los cantores que volvían de Valsálice,
a donde habían ido para actuar en una fiesta. Don
Juan Bautista Francesia dijo a don Bosco que
aquéllos eran los mayores y no convenía dejarlos
sin avellanas.
-Hazlos subir, respondió don Bosco, mientras
despedía a los presentes.
Dijo después a Grossani que mirara en el cajón,
a ver si quedaban todavía algunas. El joven, que
antes había recogido todas las del cajón quedóse
admirado al encontrar todavía una buena cantidad.
Las recogió, las metió en el saquito y se las
llevó a don Bosco, el cual, siempre a manos
llenas, fue dando a unos cuarenta muchachos y aún
sobró un puñado para el que sostenía el saquito.
Uno de los profesores del bachillerato superior
era don Lorenzo Saluzzo. El Santo quería que
estuviera siempre presente en las conferencias que
daba a los alumnos; pero aquella vez faltó. Poco
después ((**It18.18**)) se lo
encontró en la biblioteca y le dijo:
-Has hecho mal, faltando esta tarde a la
conferencia.
->>Por qué, don Bosco?
-Que te cuente Festa lo que ha ocurrido.
-No, cuéntemelo usted; déme ese gusto.
Y, atraídos por la curiosidad, se acercaron los
reverendos Finco, Luchelli y algún otro más, y don
Bosco contó la cosa con toda sencillez, como si no
hubiese sido más que un espectador.
Se esparció la noticia por la casa, y por todas
partes se iba a la caza de aquellas avellanas.
<>.
Once días después, llamó de nuevo don Bosco en
torno a sí a los mismos alumnos. En sus mentes
perduraba vivo el recuerdo de algunas palabras que
les dijo, al darles el aguinaldo para 1886, y, con
filial confianza, le rogaron que les explicara más
claramente ciertas predicciones.
El día catorce de enero, pues, teniéndolos en
su habitación, les habló así y, mientras hablaba,
el clérigo Festa tomaba apuntes de su charla.
Nuevamente nos encontramos aquí para hablar un
poquito entre nosotros. Diréis: >>y por qué don
Bosco sólo nos llama a nosotros y no llama también
a los sacerdotes, a(**Es18.26**))
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