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((**Es18.250**) Don Juan Bautista Lemoyne llegó a cumplir los setenta y siete años. Su recuerdo pervive y vivirá bendecido en la Congregación; y su nombre se repite, aun fuera de nuestra Congregación, especialmente por lo que escribió sobre don Bosco. Durante el último período de su vida sufrió, en efecto, muchas incomodidades físicas, y, más aún, pesares de espíritu, que procedían de distintas causas, dado su sensibilísimo corazón y su viva imaginación. Es probable que sufriera bajo el peso de aflicciones espirituales, puesto que una vez, encontrándose ante un joven sacerdote salesiano, profirió estas palabras: -En otro tiempo, en el Oratorio se comía polenta, pero íteníamos a don Bosco! Algunas veces contaba los sueños que había tenido durante la noche a los secretarios más jóvenes, que habitualmente le rodeaban; sueños ((**It18.283**)) que, a excepción de dos, uno de los cuales se refería al clérigo Olive, que ya hemos narrado, y que nada tenían de extraordinario. El trece de febrero por la tarde, dijo a don Carlos Viglietti, el cual tomó nota en su crónica: -Quiero escribir muchas cosas importantes, que me fueron reveladas en sueños al principio del año; me propongo siempre hacerlo y después me olvido. Haz tú por recordarlo y dímelo, que yo te las daré luego para tu croniquilla: Pero quizás, por ahorrarle la molesta tarea de escribir, Viglietti no se preocupó de recordárselo. Frecuentemente soñaba en voz alta y emitía gritos, que despertaban y espantaban a don Carlos Viglietti, el cual iba corriendo desde su habitación contigua. Así ocurrió la noche del dos al tres de marzo. Preguntóle al secretario, a la mañana siguiente, qué había soñado. Respondió que era un lío al que no daba ninguna importancia y del que no recordaba más que un detalle. Le pareció que paseaba por un terreno sin cultivar y que una persona le decía: -Tú te preocupas por cultivar terrenos a orillas del Río Negro, cuando tienes aquí campos abandonados. -íOh!, respondió don Bosco, dejaré crecer aquí la hierba, convirtiendo en prados estas tierras para dar de comer al ganado. Y, entre tanto, veía un hermoso cerezo, cargado de fruta, y pedía al agricultor que la recogiera. Aquel obedeció, pero, al arrancar las cerezas, aparecían secas y estropeadas. Otra noche, la del día veinticuatro de marzo, soñó que se encontraba en medio de una viña en la cual se vendimiaba. ->>Cómo es esto?, decía don Bosco. >>Estamos en primavera y ya (**Es18.250**))
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