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Don Ramón Jara comprendió. Regresó a Chile y
construyó un gran edificio con muchos
apartamientos para acoger en él a ciento ochenta
estudiantes universitarios de la provincia;
recordando durante la construcción las palabras de
don Bosco, quiso que los corredores fueran muy
estrechos y las puertas muy bajas. Pues bien,
durante la guerra civil, provocada por el
presidente José Manuel Balmaceda, fue secuestrada
la casa y puesta a subasta. Como estaba situada en
el centro de la ciudad, varios tuvieron el deseo
de adquirirla; pero aquellos corredores y aquellas
puertas desencantaban a cuantos la visitaban y
<>, de modo que finalmente
volvió al uso primitivo, con satisfacción de los
profesores que vieron el cielo abierto.
En la quietud de su cuartito, dedicaba mucho
tiempo al despacho de la correspondencia. Llegaba
al Oratorio cada día una cantidad increíble de
cartas, por asuntos, por gracias de María
Auxiliadora, por las Lecturas Católicas, por el
Boletín, como respuesta a las circulares; y
procedían de Italia, de Francia, de Suiza, de
Bélgica, de Polonia, de Rusia, del Asia Menor, de
la India, de las Américas. Muchas de estas cartas
iban dirigidas a don Bosco. Hecha la distribución,
el Santo se hacía leer por persona de su confianza
las cartas dirigidas a él personalmente. Y como,
entonces, no podía responder siempre por sí mismo,
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frecuentemente encargaba a otros la contestación.
Veamos algún intercambio epistolar, del que nos ha
quedado copia.
Llegáronle de Francia dos cartas sui generis
que pueden sumarse a las muchas pruebas de la
extraordinaria opinión de santidad en que era
tenido universalmente don Bosco.
Cierto sujeto, que ya le había consultado
varias veces sobre cosas de conciencia y,
especialmente, acerca de un determinado partido
matrimonial, la víspera de la boda, suplicaba que
le dijera si, como buen cristiano, hacía bien al
casarse con cierta señorita. El Santo le
respondió: <>.
El otro no conocía en nada a don Bosco; pero,
habiendo oído a uno que lo vio en París que era un
hombre de mucha fe, se determinó a exponerle su
propio caso. Hacía años que pensaba casarse con
cierta joven; pero había llegado a romper las
relaciones por cuestión de intereses. A pesar de
todo, deseaba reanudar las relaciones; y, por eso,
le rogaba que examinara el caso ante Dios y le
comunicara después el resultado de su piadosa y
caritativa meditación. <<>>Y encontraré, le
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