((**Es18.240**)
por siete de ancho, ((**It18.271**)) en el
ángulo del primer patio, ocupado hoy por la casa
capitular, para poder atender mayor número de
peticiones. El nuevo local no estaba aún bien
seco, cuando los Superiores del Oratorio colocaron
allí unos cincuenta alumnos. El catequista, don
Anacleto Ghione, que los visitaba por la mañana y
por la noche, a la hora de levantarse y acostarse,
veía sus camas humedecidas con las gotas que caían
de las vigas del techo; y temiendo, por esto, que
todos cayeran enfermos, expuso el caso a don
Bosco. El buen Padre le preguntó si era posible
trasladar las camas a otra parte; don Anacleto
Ghione contestó que se había pensado en ello, pero
que no había otro sitio en la casa. Entonces se
recogió un instante en silencio y dijo:
-íEa!... Déjalos donde están.
-Pero este invierno van a caer enfermos todos,
replicó el catequista; más aún, el asistente ya
está enfermo hace tres días.
-Pierde cuidado, replicó el Santo; ni un solo
muchacho caerá enfermo.
Y así fue: en todo el invierno no cayó enfermo
ninguno y el asistente se puso bien a los pocos
días 1. Mientras tanto, se había llegado al fin
del año. Nadie se atrevía a pensar que don Bosco
bajara a la iglesia de María Auxiliadora, después
de las oraciones de la noche. >>Qué se hizo
entonces? Todos, estudiantes, aprendices y
Salesianos se reunieron, poco antes del anochecer,
bajo sus ventanas y allí cantaron, con afecto,
arrebatador la conocida canción:
Andiamo, compagni, Marchemos,
compañeros,
don Bosco ci aspetta: don Bosco
nos espera:
La gioia perfetta la dicha
verdadera
si desta nel cuor salta en el
corazón.
El venerando anciano, sostenido por dos
sacerdotes, se asomó conmovido, se apoyó en la
barandilla y, adelantándose cuanto podía, dio las
gracias y auguró a todos un buen fin y buen
principio de año, con la bendición del Señor y de
María Auxiliadora.
1 Relación de don Anacleto Ghione, Boletín
Salesiano, octubre 1925.
(**Es18.240**))
<Anterior: 18. 239><Siguiente: 18. 241>