((**Es18.24**)((**It18.15**))
CAPITULO I
LA VIDA DE DON BOSCO EN EL
ORATORIO DURANTE LOS DOS
PRIMEROS
MESES Y MEDIO DEL 1886
DURANTE los dos primeros meses y medio del año
1886 nuestro Santo no se movió del Oratorio.
Cuando los muchachos le veían, a las horas de
recreo, pasar por la galería del segundo piso,
porque salía de su habitación o entraba en ella,
interrumpían inmediatamente sus juegos, corrían
allí abajo y le aplaudían con mucha alegría.
Entonces él se paraba un instante, se agarraba a
la barandilla y les dirigía alguna buena palabra,
que escuchaban con reverente atención y a la que
correspondían con otro clamoroso aplauso. Una
noche, al dar don Juan Bautista Francesia las
<>, dijo que no hacía falta repetir
los aplausos cada vez que veían a don Bosco; que
ya sabían los superiores lo mucho que le querían.
Pero el aviso no sirvió para nada; siguieron
aplaudiendo cada vez que tenían la fortuna de
verlo.
En cuanto a sus condiciones de salud, escribía
don José Lazzero a don Juan Cagliero el día diez
de enero: <>. Y don Miguel Rúa, en una de las
circulares que mensualmente acostumbraba enviar,
daba el día veintisiete de enero esta noticia:
<((**It18.16**)) de
nuestro Padre, gracias a Dios, no empeora, mas,
por desgracia, tampoco alcanza una mejoría
considerable; las piernas se niegan a sostenerlo,
la vista es siempre débil y su estómago sigue muy
cansado. Sin embargo, todavía confiesa, da
audiencias cuando puede y no sabe descansar
nunca>>.
Confesaba a los Salesianos que iban a su
habitación y, allí, confesaba también a los
alumnos del cuarto y quinto curso de bachillerato
a los que reunía de vez en cuando para darles una
charla familiar, especialmente sobre el tema de la
vocación. Algunas de estas reuniones fueron
inolvidables, según nos refieren los
supervivientes y se deduce de las memorias de
aquel tiempo.(**Es18.24**))
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