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efecto, ver a don Bosco sostenido y casi llevado
en vilo por sus Salesianos, mientras se dirigía
desde su establecimiento a la casa parroquial,
respondiendo en todo momento a quien quería
hablarle, ya fuera un niño o una persona mayor, un
pobre o un señor, al menos con una mirada y una
sonrisa. El buen sacerdote no se sostiene sobre
sus piernas; y, por tanto, naturalmente parece
algo cansado; pero en todo lo demás se mantiene
joven: su semblante sonriente, su frente serena,
sus ojos brillantes y vivaces, su mente clara, su
memoria tenaz, y su conversación amena; es
amabilísimo. Apenas si empiezan a platearse un
poco sus cabellos>>.
El reverendo párroco Ottino ofreció la comida
en la casa parroquial, invitando a las autoridades
municipales y a los párrocos de los pueblos
vecinos. Don Bosco respondió a los brindis de los
comensales, ((**It18.249**)) y
declaró, entre otras cosas, que iba a fundar una
casa en Foglizzo, animado por las más sinceras
intenciones de hacer a los muchachos del lugar el
mayor bien posible. Y dijo esto, respondiendo a
las palabras de un sacerdote que había recordado
cómo le había visto, muchos años antes, rodeado de
unas docenas de muchachos y sin más ayudante que
su propia madre, que hacía de cocinera, de
camarera, de portera, un poco de todo, mientras
ahora aquellos muchachos se habían convertido en
legión y sus colaboradores se multiplicaban cada
año más en el antiguo y en el nuevo continente.
Por la tarde pasó don Bosco un par de horas con
sus novicios. Bendijo primero su capilla; una
capilla decente, pero pobre; baste decir que era
la antigua cochera. Después impuso la sotana a un
centenar de jóvenes, entre los que destacaba, con
su habitual y humilde porte, el Siervo de Dios
Andrés Beltrami.
Al terminar la función, se produjo una escena
curiosa. Todos los nuevos clérigos, al salir de la
capilla, atravesaban el patio llevando cada uno su
silla. Don Bosco quedó sorprendido y preguntó al
Director, don Eugenio Bianchi, qué significaba
aquello. Este le respondió que no había en la casa
más que una silla para cada uno y, por eso, los
clérigos tenían que llevarla consigo de un sitio
para otro, a la capilla, al estudio, al comedor y
al dormitorio. Y dijo el Santo sonriendo:
-íAsí me gusta! Esta casa empieza bien.
El Siervo de Dios, como ya hemos referido,
había dicho un día:
-Don Julio Barberis ha comprendido bien a don
Bosco.
Por este motivo, puso él mismo a don Julio
Barberis al frente de los novicios en el Oratorio
y en San Benigno, de modo que se convirtió en el
Maestro ideal de los novicios salesianos. Y, por
tanto, para que el nuevo noviciado continuase con
una formación religiosa en
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