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octubre. Para casa de estudios filosóficos de los
clérigos, la Providencia destinaba, como veremos,
el colegio de Valsálice.
Cuando los novicios tomaron posesión, la casa
no había recibido todavía su denominación ni su
santo protector. Sólo el día veinte de octubre
acordó el Capítulo Superior, a propuesta de don
Julio Barberis, dedicarla a San Miguel Arcángel.
Las actas no añaden nada más; pero aquel acuerdo
debió ser inspirado por el deseo de honrar así al
Vicario de don Bosco, dedicando a su Santo la
primera casa, y de tanta importancia, abierta en
Italia después de su designación para el alto
cargo.
La ceremonia de la inauguración, fijada para el
día cuatro de noviembre, se celebró con asistencia
de don Bosco. Salió del Oratorio en compañía de
don Miguel Rúa y de don Carlos Viglietti. Viajó en
tren hasta Montanaro, cuya estación dista casi
cinco kilómetros de Foglizzo. Le esperaba allí
toda la población en masa, precedida del clero
local y de los alrededores. Un enjambre de
muchachos se agolpó a su alrededor y él bromeaba
con ellos, invitándoles a ir al oratorio. Cuando
subió al coche y empezó a trotar el caballo, los
muchachos, con los zapatos en la mano o bajo el
brazo, echaron a correr detrás y siguieron
corriendo hasta que aguantaron sus fuerzas.
A mitad del camino aparecieron los muchachos de
Foglizzo, que lo esperaban agrupados en los
ribazos del camino; ellos también ((**It18.248**))
siguieron, a pies descalzos, tras el coche hasta
la entrada del pueblo, sin preocuparse de los
guijarros que formaban el suelo y pisaban sus
delicados pies. Los habitantes del pueblo estaban
agrupados acá y allá desde donde comenzaban las
casas hasta la iglesia parroquial.
El coche se paró al llegar a las primeras
casas. Acercóse en seguida el Alcalde con la Junta
municipal y leyó, con la cabeza descubierta, su
discursito en el que se complacía por la fortuna
de poder recibir a un personaje tan grande en su
pueblo tan pequeño. Cuando acabó la lectura, don
Bosco le invitó a ponerse a su lado; y se continuó
la marcha a paso lento por la calle mayor,
precedidos por la banda de música y entre los
aplausos de toda la población. El alegre repicar
de las campanas y el estampido fragoroso de los
cohetes proporcionaban al ambiente ese entusiasmo
que, en las grandes ocasiones, enardece a los
buenos campesinos.
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