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al espíritu cristiano. Naturalmente este
movimiento de piedad y devoción suscitó
indignación en los malos, los cuales ya chillan
con rabia satánica. Pero nosotros callados,
tranquilos y prudentes, vamos adelante, esperando
que algún santo nos ayude a conquistar también a
los hombres, esclavos unos del respeto humano,
otros de los intereses y los demás de las
pasiones.
Hace un mes que está con nosotros don Angel
Savio, el cual nos da muchas y buenas noticias de
su misión por la Patagonia central y meridional.
Se ha enterado por los indios tehuelches que
existen muchas tolderías, diseminadas por la
inmensa llanura de desierto central y a lo largo
de las orillas de los ríos. En cuanto pase el
invierno, volverá a Santa Cruz e intentará
realizar una importante excursión por aquellos
contornos. En esta excursión lo acompañarán
algunos indios tehuelches, que él ha catequizado y
bautizado, uno de los cuales es el que aparece en
la fotografía de aquí, de Patagones, y que su
paternidad puede ver a la izquierda del barbudo
misionero.
((**It18.241**)) Don
José María Beauvoir atiende a la misión con
Fossati, hasta que llegue don Angel Savio.
Don José Fagnano hace algún tiempo que está en
Buenos Aires buscando dinero del gobierno y de los
particulares, pero, según me escribe, con poca
fortuna: y es una cuestión capital porque no puede
partir para su prefectura hasta que no haya
satisfecho al banco los préstamos hechos para
levantar la iglesia.
Las casas de San Carlos, Colón y Paysandú están
también muy cargadas de deudas por las
construcciones efectuadas y no pueden, a pesar de
sus buenos deseos, ayudarnos los pobres habitantes
del desierto. Y lo que más me apena es que
nuestros sudores apenas llegan para pagar los
intereses de las deudas.
Estoy acosado por las cartas que me llegan de
Chile: de Santiago, de Valparaíso, de Talca y de
Concepción y respondo con buenas promesas y
diciéndoles que tengan paciencia. Pero, con el
personal que tengo, no puedo apenas dar un paso
más y sólo don Evasio Rabagliati, que aún me lo
disputa el colegio de San Nicolás, me podrá ser
útil para empezar alguna cosa en Chile.
Muy pronto deberé pensar en establecer al menos
dos centros a lo largo del Río Negro; pero, sin
personal y sin medios, no puedo lanzarme a tal
empresa y espero una oportunidad. Mientras tanto,
preparo una extensa relación para enviarla a
Propaganda y una carta para Lyon y París.
íAy, si nos llovieran luises de oro!
Nos hemos enterado de su viaje a Barcelona y de
que commota fuit tota civitas (se conmovió toda la
ciudad). Y más aún, que le fueron ofrecidos omnia
regna mundi (todos los reinos del mundo) y que su
Paternidad los aceptó todos juntos con el mismo
monte Tibi dabo, para ofrecerlos a su verdadero
dueño, el Señor.
Con este viaje, habrá contentado a los
catalanes, pero no a los andaluces, que quedaron
desilusionados y menos a los americanos los cuales
hubieran querido inventar un ferrocarril aéreo
para tener el honor de una visita suya.
Con las autoridades civiles y militares vamos
siempre bien, porque siempre llevo puestos los
guantes en las manos. Pero no me fío de ellos ni
confío en ellos. El pobre don Domingo Milanesio no
hizo más que llegar de su penosísima misión y el
General le hizo secuestrar todos los caballos, so
pretexto de que eran del Gobierno. El probó, con
documentos claros y escritos, que eran suyos, esto
es, de la misión. No valió para nada. Acudí yo
inmediatamente, fui a visitarle y en seguida echó
la culpa a los vigilantes, que habían corrido
demasiado. Aparenté creerle, aunque en Viedma no
se mueve una hoja sin que él lo quiera, y añadió
que ya había dado orden de que fueran
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