((**Es18.211**)
tan querida, aunque yo no haya tenido la fortuna
de asistir a ella más que una sola vez, dejó en mi
corazón una deliciosa y verdadera impresión y
todavía ((**It18.236**)) ahora,
sólo al pensar en ella, me hace saltar de alegría
(...). Si usted, querido Padre, aprecia a estos
buenos irlandeses, también ellos le aprecian a
usted. Muchos de ellos conocen ya el amor que
tiene a las almas y sus muchas obras santas; le
admiran, le bendicen y los que supieron que yo le
iba a escribir para enviarle mis felicitaciones
con motivo de su fiesta, se unen de todo corazón a
mí para hacer otro tanto>>.
Y ahora volvamos a Patagonia, de donde habíamos
partido. El Secretario de Monseñor, pensando en la
fiesta de san Juan, quería enviar un regalo a don
Bosco, si no para el día onomástico, al menos para
el día del cumpleaños. Manifestó su idea a don
José Lazzero. Había, entre los muchachos
aprendices de Patagones, un indio, zapatero, de
quince años, capaz de hacer un buen trabajo.
Pedía, por consiguiente, don Antonio Riccardi las
medidas para hacer un par de zapatos y enviarlos a
don Bosco, el cual recibiría con mucho gusto un
regalo semejante del primer indio aceptado en
Patagonia por sus hijos. Pero él también escribió
directamente una larga carta a don Bosco, el día
cinco de junio, diciéndole con todo cariño: <>.
Finalmente, también Monseñor manifestó sus
propios sentimientos, a don José Lazzero, primero,
y, después, a don Bosco. A don José Lazzero le
decía el día veintiséis de mayo: <((**It18.237**))
nuestro querido don Bosco, a quien saludamos muy
cariñosamente, muy cordialmente y del modo más
inexplicable que se pueda imagina. Dominus
custodiat eum et vivificet eum et beatum faciat
eum in terra. Amen, amen, amen>>. A don Bosco le
había presentado con los augurios un bonito
regalo, al ofrecerle el
(**Es18.211**))
<Anterior: 18. 210><Siguiente: 18. 212>