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la República. El Papa no tiene aquí derecho a
arbitrar sin permiso del Gobierno.
((**It18.231**))
Monseñor esquivó con habilidad el golpe,
respondiendo que no tenía jurisdicción ordinaria y
que sólo era obispo misionero, visitador de las
casas salesianas, especialmente las de Patagonia;
y que, en las cuestiones que pudieran interesar al
Gobierno, él se dirigíria a la autoridad del
Arzobispo de Buenos Aires.
La evasiva respuesta valió por toda una
explicación y el Presidente quedó satisfecho.
Siguió después exponiendo los progresos hechos en
la Misión, las escuelas creadas y las dos iglesias
construidas, las últimas expediciones realizadas
por Monseñor y por los misioneros Salesianos, las
muchas conversiones, los millares de bautismos
administrados desde su llegada a indios adultos y
a niños. Se habló sobre todo de las muchas deudas
contraídas para construir las dos iglesias, las
casas y escuelas en Patagonia. Diole el Obispo las
gracias por los ochocientos escudos que le había
enviado por medio del Arzobispo, rogóle que no
olvidara las misiones y que ayudara siembre a los
misioneros. Prometió él que así lo haría. Quiso
después que le informara sobre la Congregación
Salesiana y su organización frente a las leyes y
alabó la sabiduría de don Bosco.
Monseñor encontró la manera de lamentar la
ruptura que se había producido entre la República
y la Santa Sede.
-No existe ruptura alguna, rebatió el
Presidente; es solamente una cuestión personal con
monseñor Matera. Es mi intención reanudar cuanto
antes las relaciones. Más aún, haga uso de cuanto
le digo; puede dar a conocer estas mis
disposiciones, oficiosamente se entiende, al
Secretario de Estado y al Papa.
Monseñor Matera, arzobispo de Irenópolis,
Delegado Apostólico y enviado extraordinario para
Argentina, Uruguay y Paraguay, con quien monseñor
Cagliero, como ya vimos, se encontró el año 1885
en Montevideo, como no gozaba de la confianza del
Gobierno argentino, se había visto obligado a
salir del territorio de la República, sin previo
acuerdo con la Santa Sede; por eso la ruptura con
Roma. Puesta ahora la cuestión en los términos
expresados por el Presidente, se simplificaba
mucho; así que no fue difícil llegar a una
solución. ((**It18.232**))
Aquella conversación señaló el punto de partida
para reanudar las relaciones diplomáticas, puesto
que Monseñor envió una relación del asunto al
Procurador general don Francisco Dalmazzo, para
que informara del mismo al cardenal Ludovico
Jacobini, secretario de Estado.
Monseñor Cagliero supo ganar para su causa a
las más altas autoridades
(**Es18.207**))
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