((**Es18.202**)
En San Nicolás me ilusiona pensar que nos
espera un porvenir consolador. Los numerosos
cooperadores que allí tenemos tratan de confiarnos
la numerosa cantidad de muchachos y muchachas para
educarlos y para, si tal fuera su vocación,
consagrarlos al Señor. En estas familias reina el
primitivo espíritu cristiano y están muy
encariñadas con los Salesianos. He visitado a casi
todos en sus ricas chacras (granjas) y he invitado
a los más relevantes a una modesta comida ayer,
día en el que celebrábamos la fiesta de san
Francisco de Sales y la Conferencia de los
Cooperadores. Estaba entre ellos monseñor
Ceccarelli, que siempre se ha mostrado muy adicto
a los Salesianos y es buen amigo mío.
Recibieron las sagradas órdenes del
presbiterado José Solari y Giovannini en Villa
Colón; Rinaldi, Patrizio O'Gradi y Guido Zaninetti
en San Nicolás, más tres minoristas; y, entre
tanto, se preparan muchos otros con el estudio y
la virtud para recibir la misma gracia en los años
venideros.
Estas son, veneradísimo Padre, las noticias u
operaciones ad intra (de orden interior): paso
ahora a comunicarle las que son ad extra (hacia
fuera). Se disiparon los siniestros nubarrones que
oscurecían el horizonte patagónico. El señor
Gobernador, general Winter, quiso que, con motivo
del bautizo de una hijita suya, tomaran parte en
una comida familiar cuatro de nuestros sacerdotes
salesianos, entre ellos don José Fagnano contra
quien especialmente se dirigía su colérica
adversidad. Y la reconciliación se ha efectuado
por obra y gracia de María Auxiliadora, a quien
encomendé de especial manera la Patagonia y sus
intereses, apenas desembarqué en Río Negro.
Las Misiones, que estaban paralizadas desde
hacía un año, reemprendieron su marcha y don
Domingo Milanesio, que antes se encontraba frenado
por los soldados, ahora son ellos los que le guían
y ayudan, en caso de necesidad, en sus excursiones
a las Cordilleras. Y espero que el Gobierno nos
ayude, concediendo el sueldo de capellanes a
varios de nosotros. Don Angel Savio percibe en
Santa Cruz el sueldo de agrimensor de cincuenta y
cuatro escudos al mes. Don José María Beauvoir, el
de capellán militar de sesenta y cuatro escudos
mensuales. Y yo necesito que también consigan esos
recursos algunos de nosotros en Patagonia, donde
tenemos grandes deudas, por las dos iglesias que
hemos construido.
((**It18.226**)) En
Buenos Aires hemos conseguido un intermediario
para llegar hasta el Presidente; pero preveo que
la política lo derribe dentro de pocos meses y que
suba un presidente nuevo y mejor, mejor para
nosotros. Esperamos, pues, los acontecimientos.
En cambio, en Montevideo, se desencadenó una
terrible tempestad. Que Dios nos depare mejores
tiempos. El Gobierno, con su Presidente a la
cabeza, se ha ganado el desprecio universal. Y
todos los mejores ciudadanos se han unido a los
mejores generales y capitanes del ejército para
echarlo fuera con la pólvora del cañón.
Nuestro Colegio de Paysandú está en peligro de
ser convertido en cuartel general de las tropas
del Gobierno, por su posición y sólida
construcción. Pero esperemos: la reclamación del
Embajador italiano y los barcos acorazados que
tiene a su disposición en aguas de Montevideo lo
harán desistir de tales propósitos; entre tanto,
los muchachos no van a clase hasta que todo
termine 1.
Ruegue, pues, carísimo don Bosco, por estos
desventurados países, siempre en revolución y unos
contra otros, con las armas en la mano. Nuestra
condición de extranjeros nos alivia, en estos
terribles enfrentamientos; pero más aún el ser
extranjeros
1 La revolución estalló el día veintiocho de
marzo; duró unos días y fue ahogada en sangre.
(**Es18.202**))
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