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((**Es18.200**) El Director ofreció después a los Soberanos el diploma de Cooperadores, que ellos recibieron agradecidos. Se retiraron dejando indudable prueba de su simpatía con una gran limosna. En noviembre del año siguiente se hallaba el Emperador de paso por Cannes. Don Luis Cartier, director de la casa de Niza, fue allí a presentarle los saludos de don Bosco. Fue recibido con mucha afabilidad. El Emperador estrechó su mano y le preguntó inmediatamente por don Bosco. ->>Cómo está don Bosco? >>Está en Niza? Es un gran hombre... un santo... Hace mucho bien. Me gustan mucho sus obras, especialmente la casa de Sao-Paulo, donde se hace muchísimo bien. Don Luis Cartier se hizo intérprete de la contrariedad de don Bosco, al no poder recomendar personalmente a Su Majestad sus hijos del Brasil y de Niza. El manifestó su pesar, ya que no podía visitar la casa de Niza, pues debía partir en seguida de Cannes. La Emperatriz le trató también con amabilidad, manifestándole su gran veneración por don Bosco y su alta admiración por sus Obras; y le recomendó de un modo particular que dijera a don Bosco que rezara por el Emperador y por ella. Al día siguiente, envió don Luis Cartier a Cannes al prefecto, don César Fasani, con una carta de agradecimiento y unos regalos para presentar al Soberano. Eran dos ejemplares de Don Bosco de D'Espiney, tres grandes fotografías del Santo y un ejemplar del opúsculo de don Francisco Cerruti, Le idee di don Bosco sull'insegnamento. El Emperador del Brasil cultivaba mucho la literatura italiana y tenía preferencia por las obras de Manzoni, con quien había tenido mucha amistad. Mostró su agradecimiento por todo y contemplando el retrato de don Bosco dijo: -No me conformo con verlo en fotografía; quiero verle en persona... Sí, iré a verlo. Así decía el día veintiséis de noviembre; dos meses más tarde don Bosco estaba a las puertas de la eternidad 1. ((**It18.224**)) Hablando del desarrollo que, a pesar de todo, tenía la obra salesiana en Brasil, Uruguay, Argentina y las misiones patagónicas, don Luis Lasagna había escrito ya el día ocho de enero a don Miguel Rúa: <<>>Qué quiere? Son los acontecimientos los que nos llevan; o, por mejor decir, es la divina Providencia la que nos conduce y hay que seguirla>>. Era la misma Providencia la que había hecho crecer en torno a don Bosco un monseñor Cagliero, un monseñor Fagnano, un 1 Ap., Doc. núm. 50. (**Es18.200**))
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