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más sincera gratitud, mientras, en nombre de todos
los Salesianos, tengo el alto honor de poderme
profesar ahora y siempre de usted.
(falta la fecha)
Su seguro servidor,
JUAN BOSCO, Pbro.
En el 1886 se efectuó una pequeña expedición
misionera y otra grande. Ya hemos contado en el
volumen anterior cómo en el 1885 vinieron a Italia
don Miguel Gorghino, procedente del Brasil, y don
Luis Calcagno y don Pedro Rota del Uruguay. Estos
tres se embarcaron para América sin aguardar al
grupo más numeroso, en el mes de abril, llevándose
consigo a los tres clérigos Fia, Giudici y
Zanchetta, apellidos que adquirieron mucho
renombre con los años. No eran más que unos
sencillos clérigos; pero habían adquirido el vigor
de las fuerzas y de la edad, pues procedían de los
Hijos de María. Tocaron Barcelona, con la
esperanza de ver todavía otra ((**It18.214**)) vez a
don Bosco, pero sólo contemplaron los preparativos
de los Salesianos y de los Cooperadores para
recibirle, dos días después. De los tres
sacerdotes, cuyo grato recuerdo pervive entre
nosotros, renovaba don José Lazzero, al salir
ellos de Italia, el testimonio que ya había dado a
su llegada de América, al escribir 1: <>.
Cuando se acercaba el tiempo de la gran
expedición, don Bosco distribuyó, como suplemento
del Boletín de noviembre, una circular de cuatro
mil ejemplares, a los cooperadores de Turín y sus
alrededores, invitándolos a la ceremonia del
adiós. Una circular parecida en francés había sido
repartida, junto con la llamada de octubre, pero
solamente para enviarla a las personas
notoriamente amigas 2.
Veintiséis Salesianos y seis Hijas de María
Auxiliadora debían
1 Carta a monseñor Cagliero, 28 de marzo de
1886.
2 Ap., Doc. núm. 46 A-B. La circular de octubre
y las noticias de la expedición misionera
inspiraron a ciertos estafadores la idea de
aprovechar la buena fe del prójimo. Sirvió de
instrumento la Staffetta, noticiero semanal de
Nápoles. Cayó en la trampa la Sicilia Cattolica de
Palermo. Don Bosco y don Miguel Rúa actuaron con
una prudencia que parecería excesiva, si la
conducta de los santos no estuviera siempre guiada
por sobrehumana caridad. Quien desee conocer este
audaz intento de estafa, lea los documentos que
hablan por sí mismos (Ap., Doc., núm. 47
A-B-C-D-E-F).
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