Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es18.186**) la comunión a los que ayudaban a misa. Más tarde recibió la profesión de cincuenta y tres novicios. Después del sagrado rito, quiso dirigir la palabra a todos y para que no se cansara demasiado, le colocaron en un sillón en medio de la capilla y los clérigos se situaron a su alrededor. La crónica de la casa conserva un resumen fiel de su discurso, que nosotros también escuchamos. El Santo manifestó, ante todo, la alegría que experimentaba en aquel instante; una alegría, dijo, tan grande como no se puede tener en esta tierra. Después pasó a recomendar la caridad. Caridad con ((**It18.207**)) los Superiores, obedeciéndoles siempre, de modo que no tengan que gemir ni suspirar. -Es un sacrilegio, exclamó, hacer el voto de obediencia y, después, conducirse como algunos, que obedecen sólo cuando les agrada. Caridad con los hermanos, no criticándose jamás los unos a los otros en nada, ni tampoco en lo referente a nuestras publicaciones. Expresó su desaprobación para los criticones, profiriendo esta palabra con enérgico ardor. E insistió mucho en ello repitiendo varias veces la sentencia de que <>. Manifestaba un deseo tan grande de ser entendido y obedecido y acompañaba sus palabras con tal expresión de dolor que se echó a llorar y su voz, temblorosa y enronquecida, adquirió un tono tan fuerte y severo que parecía querer maldecir las lenguas infernales, que sólo se mueven para criticar. En cierto momento, habló en estos términos: -Y si don Bosco tuvo disgustos... fue por falta de caridad entre los hermanos. Al pasar de la primera a la segunda frase, asaltóle una repentina emoción, llenáronse sus ojos de lágrimas y continuó con un sollozo reprimido. En seguida cambió de tema. Aseguró, para común aliento, que la Sociedad Salesiana se encontraba entonces en óptimas condiciones respecto a las finanzas y que la Congregación se iría extendiendo de modo maravilloso y que no les faltaría nunca nada a los Salesianos, mientras se limitaran a la educación de la juventud pobre, que era la misión que la Virgen les ha confiado. -Si todos vosotros, dijo, estuvieseis ya capacitados para actuar como Directores, yo sabría dónde colocaros inmediatamente del primero al último. Por fin, se encomendó a nuestras oraciones, protestando repetidamente que él, mientras le quedara un hilo de vida, rezaría y se sacrificaría por sus queridísimos hijos. Mientras don Bosco acogía así las nuevas esperanzas de su familia religiosa y procuraba formar en ellos el espíritu de apostolado, otros (**Es18.186**))
<Anterior: 18. 185><Siguiente: 18. 187>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com