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El Santo no tardó en agradecer al Arzobispo de
Milán la extraordinaria bondad con que se había
dignado tratarlo. Monseñor le respondió el día
veintinco de septiembre con una tarjeta de visita
en la que escribió estas palabras: <>, en el
que decía el Director del diario: <>. Fue muy grande la
sorpresa en todos, pero pronto se comprendió que
se podía haber publicado en Francia la muerte de
((**It18.206**)) don
Bosco. El mismo don Bosco contesto:
<>.
En efecto, se encontraba tan bien que recibió
inmediatamente después al conde y a la condesa
Donato y se entretuvo largo rato con ellos, ya que
iban a despedirse antes de partir para
Constantinopla a hacerse cargo de la embajada del
Rey de Italia ante el soberano de Turquía.
A pesar de todo, también algunos periódicos
italianos publicaron, al día siguiente, la noticia
de una grave enfermedad del Santo. El teólogo
Margotti, alarmado por tales noticias, voló a
Valsálice para cerciorarse y se lo encontró
sentado ante su escritorio, con óptimo aspecto y
su habitual hilaridad. Al preguntarle por su
salud, contestó que, aparte el peso de los años y
los achaques de sus piernas, no sentía dolor
alguno; por lo que bendecía a la divina
Providencia. Sostuvo después una larga
conversación sobre la Patagonia. Y, al preguntarle
Margotti acerca de las minas de oro que se decía
habían descubierto allí, don Bosco cortó por lo
sano diciendo que él había mandado a los
Salesianos para ganar almas a Jesucristo y no para
buscar minas de oro o de plata. La Unit…
Cattolica, en el número del día veinticuatro,
desmentía las falsas voces sobre la salud de don
Bosco.
Volvió al Oratorio el día veintisiete por la
tarde; y permaneció allí poco tiempo, porque, el
día veintinueve, salió para San Benigno, donde
hacían ejercicios espirituales los novicios que se
preparaban para la emisión de los votos. El día
tres de octubre, fiesta del Rosario, celebró la
misa de comunidad, y, como se sentía muy cansado,
sólo pudo distribuir
(**Es18.185**))
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