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la tranquilidad de aquel ambiente se rehizo
discretamente poquito a poco.
Don Luis Lasagna no hizo con don Bosco su viaje
de vuelta, porque tenía que ir a hablar a los
Cooperadores ((**It18.201**)) de
Busto Arsizio y Casale Litta. Le acompañaron los
treinta cantores del Oratorio. El arcipreste,
reverendo Tettamanti, y el párroco reverendo
Rigoli, dos nombres muy queridos por los
Salesianos, no hubieran podido hacer más, de haber
tenido que recibir a don Bosco en persona 1; les
secundaron ampliamente sus respectivos feligreses
y también el clero y los fieles de los pueblos
vecinos 2.
Los periódicos de todos los colores se ocuparon
de don Bosco antes de su llegada a Milán, durante
su permanencia y después de su partida. El máximo
órgano del liberalismo italiano se limitó con
anticipación a anunciar su visita, lo cual era
algo extraordinario para aquellos tiempos. Después
publicó un extenso artículo <>,
burlándose de la comisaría general de policía que,
demasiado crédula ante los rumores de una
imaginaria manifestación anticlerical, había
sobrepasado la línea de las medidas preventivas.
Hablando de la música, escribía: <>. Después se extendía hablando de la
conferencia y del conferenciante, con su pizquita
de discutible humorismo, de acuerdo con el estilo
del periódico y del tiempo, siempre que los
liberales hablaban de la Iglesia o del Papa. Por
fin, después de dar felizmente en pocas líneas una
idea sobre don Bosco y sus méritos, terminaba así:
<> 3.
La moderada revista Perseveranza describió con
simpatía toda la ceremonia del día doce. El
liberalísimo Caffé anunció en un primer número la
llegada de don Bosco, <>, y
volvió ((**It18.202**)) a
hablar de la conferencia en el número siguiente. Y
he aquí la impresión que produjo al redactor la
visión del Siervo de Dios: <(**Es18.181**))
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