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Cuando todo acabó, don Bosco condescendió a los
ruegos de personas de autoridad y atravesó la
larga nave de la iglesia. Los milaneses, como lo
habían hecho los habitantes de París y Barcelona,
se apretujaban ante él y uno besaba su mano, otro
tocaba sus hábitos reverentemente, éste hacía la
señal de la cruz, aquél pedía su bendición. Los
que no se podían acercar, le miraban desde lejos
con ternura, al contemplarlo paciente y sonriente,
y crecía la emoción al ver que el venerando
Arzobispo iba sosteniéndole. Fuera de la iglesia,
la multitud, que llenaba la plaza y calles
adyacentes, prorrumpió en vítores a don Bosco y a
Monseñor. Al pasar la carroza, que conducía a los
dos personajes, se repetían de vez en cuando las
aclamaciones con todo el fervor del entusiasmo
popular.
Don Bosco se apeó en el seminario de San
Carlos, donde se hospedaban los cantores del
Oratorio. Allí se había congregado mucha gente
para ver a don Bosco y hablarle. Los muchachos
manifestaron su alegría de mil modos. El Santo
pasó por entre ellos repartiendo sonrisas,
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palabritas y ocurrencias. Los espectadores
comentaban la escena y admiraban aquella paternal
y filial manifestación de cariño.
Después de saludar a los muchachos, don Bosco
se retiró a una habitación para dar audiencias.
Pero >>cómo escuchar personalmente a tantos
visitantes? Además, en un instante se llenó la
sala de personas y era imposible conversar. Un
hecho providencial reclamó la atención de todos y
fue la solución del conflicto.
En medio de la confusión se encontraba una
señora, que acompañaba a una hija suya sorda. Con
gran trabajo logró la señora acercarse al Santo,
el cual bendijo a la muchacha y le propuso que
rezara una oración. Ella, como quien oye y
entiende, se retiró a un rincón, rezó como se le
había indicado y, volviendo a él, le dijo:
->>Lo ve usted, don Bosco? Estoy curada del
todo. Ya oigo.
La admiración de los presentes llegó al colmo
y, en un abrir y cerrar de ojos, corrió la noticia
de la curación por toda la ciudad 1.
Durante aquella batahola sacaron a don Bosco de
allí; cuando salió después del seminario para
dirigirse al palacio arzobispal, la gente que lo
veía se paraba, saludaba y a veces se agrupaba
para aplaudir.
1 La Palavra, de Lisboa, publicó el hecho en un
articulito, del día veintidós, titulado <> escribiendo: <>.
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