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((**Es18.179**) Cuando todo acabó, don Bosco condescendió a los ruegos de personas de autoridad y atravesó la larga nave de la iglesia. Los milaneses, como lo habían hecho los habitantes de París y Barcelona, se apretujaban ante él y uno besaba su mano, otro tocaba sus hábitos reverentemente, éste hacía la señal de la cruz, aquél pedía su bendición. Los que no se podían acercar, le miraban desde lejos con ternura, al contemplarlo paciente y sonriente, y crecía la emoción al ver que el venerando Arzobispo iba sosteniéndole. Fuera de la iglesia, la multitud, que llenaba la plaza y calles adyacentes, prorrumpió en vítores a don Bosco y a Monseñor. Al pasar la carroza, que conducía a los dos personajes, se repetían de vez en cuando las aclamaciones con todo el fervor del entusiasmo popular. Don Bosco se apeó en el seminario de San Carlos, donde se hospedaban los cantores del Oratorio. Allí se había congregado mucha gente para ver a don Bosco y hablarle. Los muchachos manifestaron su alegría de mil modos. El Santo pasó por entre ellos repartiendo sonrisas, ((**It18.199**)) palabritas y ocurrencias. Los espectadores comentaban la escena y admiraban aquella paternal y filial manifestación de cariño. Después de saludar a los muchachos, don Bosco se retiró a una habitación para dar audiencias. Pero >>cómo escuchar personalmente a tantos visitantes? Además, en un instante se llenó la sala de personas y era imposible conversar. Un hecho providencial reclamó la atención de todos y fue la solución del conflicto. En medio de la confusión se encontraba una señora, que acompañaba a una hija suya sorda. Con gran trabajo logró la señora acercarse al Santo, el cual bendijo a la muchacha y le propuso que rezara una oración. Ella, como quien oye y entiende, se retiró a un rincón, rezó como se le había indicado y, volviendo a él, le dijo: ->>Lo ve usted, don Bosco? Estoy curada del todo. Ya oigo. La admiración de los presentes llegó al colmo y, en un abrir y cerrar de ojos, corrió la noticia de la curación por toda la ciudad 1. Durante aquella batahola sacaron a don Bosco de allí; cuando salió después del seminario para dirigirse al palacio arzobispal, la gente que lo veía se paraba, saludaba y a veces se agrupaba para aplaudir. 1 La Palavra, de Lisboa, publicó el hecho en un articulito, del día veintidós, titulado <> escribiendo: <>. (**Es18.179**))
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