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((**Es18.172**) debería dejar a sus amados discípulos parecía querer condensar en pocas palabras sus enseñanzas y toda su larga experiencia>>. Al comienzo del curso escolar, cuando el personal de las distintas casas se encontraba ya en su respectivo puesto y todo había empezado su marcha regular, don Bosco comunicó a los Salesianos de una manera oficial el resultado de las elecciones con una circular del veintiuno de noviembre que redactó don Juan Bautista Lemoyne, y a la que añadió las siguientes recomendaciones: Ya no queda más que prestar por vuestra parte plena obediencia al nuevo Capítulo, que el Señor estableció por vuestro medio. Que esta obediencia sea pronta, humilde y alegre, como prescriben las Reglas. Consideremos a nuestros Superiores como hermanos; más aún, como padres amorosos que no desean más que la gloria de Dios, la salvación de las almas, nuestro bien y la buena marcha de nuestra Sociedad. Reconozcamos en ellos a los representantes del mismo Dios, acostumbrándonos a considerar sus disposiciones como manifestaciones de la voluntad divina. Y, si alguna vez sucediere que dan órdenes no conformes a nuestros deseos, no les neguemos la obediencia, pensemos que también a ellos les resulta penoso mandar cosas graves y desagradables; y lo hacen sólo porque consideran tales órdenes como necesarias para la buena marcha de las cosas, la gloria de Dios y el bien del prójimo. Por tanto, hágase de buena gana el sacrificio de los propios gustos y de las propias comodidades, pensando en tan noble fin; y considérese que tanto mayor mérito tendrá nuestra obediencia ante Dios, cuanto mayor es el sacrificio que hacemos al cumplirla. Procuremos, además, queridos hijos míos, no caer en el grave defecto de la murmuración que es tan contraria a la caridad, tan aborrecible por Dios y tan perjudicial para la comunidad. Huyamos de la murmuración contra cualquiera que sea, especialmente contra nuestros hermanos, sobre todo si son superiores. El murmurador, como dice el Espíritu Santo, siembra la discordia y lleva el mal humor y la tristeza a donde antes reinaba la alegría junto con la paz. Procuremos por tanto, con la obediencia, ((**It18.191**)) respeto y amor, portarnos de tal modo que, como dice san Pablo I, los Superiores cum gaudio hoc faciant et non gementes, cumplan eso con alegría y no gimiendo. Pero no es únicamente la obediencia y la caridad lo que os quiero recomendar en esta ocasión; me apremia deciros, además, otra cosa y es la observancia perseverante del voto de pobreza. Recordémonos, carísimos hijos, que, de esta observancia, depende en gran parte el bienestar de nuestra Sociedad y el provecho de nuestra alma. La divina Providencia, es verdad, nos ha ayudado hasta ahora y, digámoslo también, de modo extraordinario en todas nuestras necesidades. Estamos seguros de que querrá continuar ayudándonos en el porvenir, por intercesión de María Santísima Auxiliadora, que siempre nos ha hecho de Madre. Pero esto no quita que nosotros, por nuestra parte, debamos emplear toda nuestra diligencia, disminuyendo los gastos, siempre que se pueda y ahorrando en el abastecimiento, en los viajes, en las construcciones y, en general, en todo lo que no es necesario. Creo que nosotros tenemos un deber especial de ello ante la divina Providencia y ante nuestros mismos bienhechores. 1 Heb. XVII, 17. (**Es18.172**))
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