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debería dejar a sus amados discípulos parecía
querer condensar en pocas palabras sus enseñanzas
y toda su larga experiencia>>.
Al comienzo del curso escolar, cuando el
personal de las distintas casas se encontraba ya
en su respectivo puesto y todo había empezado su
marcha regular, don Bosco comunicó a los
Salesianos de una manera oficial el resultado de
las elecciones con una circular del veintiuno de
noviembre que redactó don Juan Bautista Lemoyne, y
a la que añadió las siguientes recomendaciones:
Ya no queda más que prestar por vuestra parte
plena obediencia al nuevo Capítulo, que el Señor
estableció por vuestro medio. Que esta obediencia
sea pronta, humilde y alegre, como prescriben las
Reglas. Consideremos a nuestros Superiores como
hermanos; más aún, como padres amorosos que no
desean más que la gloria de Dios, la salvación de
las almas, nuestro bien y la buena marcha de
nuestra Sociedad. Reconozcamos en ellos a los
representantes del mismo Dios, acostumbrándonos a
considerar sus disposiciones como manifestaciones
de la voluntad divina. Y, si alguna vez sucediere
que dan órdenes no conformes a nuestros deseos, no
les neguemos la obediencia, pensemos que también a
ellos les resulta penoso mandar cosas graves y
desagradables; y lo hacen sólo porque consideran
tales órdenes como necesarias para la buena marcha
de las cosas, la gloria de Dios y el bien del
prójimo. Por tanto, hágase de buena gana el
sacrificio de los propios gustos y de las propias
comodidades, pensando en tan noble fin; y
considérese que tanto mayor mérito tendrá nuestra
obediencia ante Dios, cuanto mayor es el
sacrificio que hacemos al cumplirla.
Procuremos, además, queridos hijos míos, no
caer en el grave defecto de la murmuración que es
tan contraria a la caridad, tan aborrecible por
Dios y tan perjudicial para la comunidad. Huyamos
de la murmuración contra cualquiera que sea,
especialmente contra nuestros hermanos, sobre todo
si son superiores. El murmurador, como dice el
Espíritu Santo, siembra la discordia y lleva el
mal humor y la tristeza a donde antes reinaba la
alegría junto con la paz. Procuremos por tanto,
con la obediencia, ((**It18.191**))
respeto y amor, portarnos de tal modo que, como
dice san Pablo I, los Superiores cum gaudio hoc
faciant et non gementes, cumplan eso con alegría y
no gimiendo.
Pero no es únicamente la obediencia y la
caridad lo que os quiero recomendar en esta
ocasión; me apremia deciros, además, otra cosa y
es la observancia perseverante del voto de
pobreza. Recordémonos, carísimos hijos, que, de
esta observancia, depende en gran parte el
bienestar de nuestra Sociedad y el provecho de
nuestra alma. La divina Providencia, es verdad,
nos ha ayudado hasta ahora y, digámoslo también,
de modo extraordinario en todas nuestras
necesidades. Estamos seguros de que querrá
continuar ayudándonos en el porvenir, por
intercesión de María Santísima Auxiliadora, que
siempre nos ha hecho de Madre. Pero esto no quita
que nosotros, por nuestra parte, debamos emplear
toda nuestra diligencia, disminuyendo los gastos,
siempre que se pueda y ahorrando en el
abastecimiento, en los viajes, en las
construcciones y, en general, en todo lo que no es
necesario. Creo que nosotros tenemos un deber
especial de ello ante la divina Providencia y ante
nuestros mismos bienhechores.
1 Heb. XVII, 17.
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