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escritas sobre la dirección intelectual, técnica y
religiosa de nuestras Escuelas profesionales.
Era el fruto de una experiencia de treinta años
1.
El día cinco de septiembre, que era domingo,
solamente se celebró la sesión de la tarde, en la
que el Capítulo determinó la manera de cumplir los
decretos sobre la aceptación de los adscritos y el
método que debería seguirse para admitir a los
votos.
-Con estos decretos, dijo don Bosco, Pío IX
quiso sobre todo dar a las órdenes religiosas una
arma para rechazar a los que piden entrar en
religión y no son dignos de ello. Esa es también
la razón por la que esta disposición quedó
restringida solamente a Italia. Tal es el espíritu
de los decretos.
Digamos algo sobre el origen y la naturaleza de
estos decretos.
Pío IX, un año después de su subida a la
cátedra de Pedro, el diecisiete de junio de 1847,
envió a los Superiores generales, Abades,
Provinciales y otros Superiores regulares la
Encíclica Ubi primum arcano, ((**It18.185**)) en la
cual declaraba que, apenas elegido para el
pontificado, había concebido el proyecto de
defender, robustecer y embellecer las ordenes
religiosas. Después les prometía que quería
interesarse especialmente para que <>. Añadía, por fin, que, para promover y
sostener tal reforma, había constituido la
Congregación de statu regularium (sobre el estado
de los regulares) y estimulaba a los Superiores
religiosos a que vigilaran atentamente a sus
súbditos y a que se mantuvieran siempre de acuerdo
entre ellos y con los Obispos y el clero secular,
para contribuir todos, viribus unitis (unidas las
fuerzas), a la edificación del cuerpo de Cristo,
esto es, de la santa Iglesia. Para completar la
obra de la reforma publicó después, el día 25 de
enero de 1848, por medio de dicha Congregación, el
decreto Regulari disciplinae instaurandae, en el
que se impartían saludables prescripciones sobre
la admisión de los novicios a la toma de hábito y
a la profesión religiosa.
De acuerdo con la ordenanza pontificia, se
debía elegir una Comisión ejecutora general y
siete examinadores provinciales. Procedióse a la
elección y resultaron elegidos para la primera los
miembros y el secretario del Capítulo Superior y
para examinadores provinciales don Juan Bautista
Francesia, don Juan Marenco, don Eugenio Bianchi,
1 Ap., Doc. núm. 39.
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