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un hijo y, después, se sentó a su lado. Terminada
la velada tomó la palabra y, a pesar de la
impaciencia que, en tales momentos suele
apoderarse de los muchachos, su manera de hablar,
llena de entusiasmo, atrajo la atención de todos.
Una cosa agradó especialmente a don Bosco. Un día
del mes de mayo don Luis Lasagna había recibido
una llamada telefónica desde Montevideo. El
Superior de los padres Jesuitas le comunicaba que
una gran señora de Santiago de Chile quería que
los Salesianos fueran a su capital, y se ofrecía a
pagarles el viaje desde Europa y proveerles de
todo lo necesario. De momento, don Luis Lasagna no
había hecho mucho caso de aquella comunicación,
pues eran muy frecuentes ofertas semejantes; pero,
cinco minutos después, recibió de Turín una copia
del sueño de Barcelona, en el que precisamente se
hablaba de una casa en Santiago de Chile.
((**It18.173**)) El día
quince de agosto se había celebrado, según
costumbre, el cumpleaños de don Bosco. El Cardenal
Alimonda quiso ir personalmente a felicitarle y
pasó de nuevo un par de horas de charla con él.
La condesa Balbo, que le había felicitado por
carta, pudo alegrarse al recibir su respuesta.
Ilustrísima señora Condesa:
Recibí su muy apreciable carta del día catorce
de los corrientes y me es grato contestarle.
Le agradezco los augurios que me hace con
ocasión de mi cumpleaños y se los retorno
centuplicados. Celebré la misa ese día en el altar
de San Pedro y puede imaginar con cuanto esfuerzo
y fatiga; y recé, recé mucho por todos los que me
dieron su mano y me la siguen dando para cumplir
la misión que, en su bondad, me confió el Cielo:
recordé singularmente en mis oraciones a V. S. y a
todos sus seres queridos, deseando para todos
abundancia de gracias y favores espirituales y
temporales.
Ilustrísima señora Condesa, reciba mis más
sinceros saludos y créame siempre, como me
complazco en profesarme en N. S. J. C.
De V. S. Ilma.,
Turín, 18 de agosto de 1886.
Su muy
atento y seguro servidor,
JUAN BOSCO, Pbro.
Hoy sabemos todos que don Bosco nació el día
dieciséis de agosto y no el quince del mismo;
pero, entonces, hasta él mismo lo ignoraba.
Resulta bonita la observación que a este propósito
hace un reciente biógrafo del Santo 1.
1 HENRI GHEON, Saint Jean Bosco. Flammarion,
París, pág. 22.
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