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de las misiones, le leyeron en la mesa algunas
cartas de monseñor Cagliero. Decía el Vicario
Apostólico que muy pronto se adentraría hasta el
centro de Patagonia, en donde había sabido se
encontraba un número considerable de salvajes. Don
Bosco escuchaba llorando. Años atrás, cuando había
propuesto abrir Misiones en Patagonia, había
habido alguien en Roma que hasta se rió, puesto
que las estadísticas de la población daban por
desiertas aquellas regiones.
-íDon Bosco quiere ir a evangelizar las
hierbas! decían algunos.
Y he aquí que Monseñor confirmaba ahora lo que
don Bosco había visto en sueños. Ese era el motivo
de su emoción.
Diríase que hasta la Providencia quiso darle de
algún modo la bienvenida. A la mañana siguiente,
había entregado al prefecto general, don Celestino
Durando, todo el dinero que había recibido en
aquellos días para que pudiera satisfacer las
necesidades urgentes. Apenas salió don Celestino,
cuando entró en su habitación un señor que
esperaba hacía rato en la antesala. Don Bosco,
como implorando su caridad, le dijo:
-Disculpe si le he hecho esperar. El Prefecto
de la Congregación ha venido a llevarse todo el
dinero que tenía y aquí tiene a don Bosco pobre,
sin un céntimo:
-Pero, don Bosco, le respondió el otro; si en
este momento necesitara urgentemente dinero >>cómo
se las arreglaría?
-íOh, la Providencia... la Providencia!,
exclamó don Bosco.
((**It18.172**)) -Sí,
Providencia... Providencia... eso está muy bien;
pero ahora mismo usted no tiene dinero y, si de
pronto lo necesitara, no sabría cómo
arreglárselas.
-En tal caso le diría a usted, amigo mío, que
saliera a la antesala donde encontraría una
persona que trae una limosna a don Bosco.
->>Cómo? >>Lo dice de veras? Allí no había
nadie cuando yo entré. >>Quién se lo ha dicho?
-Nadie me lo ha dicho. Lo sé yo y lo sabe María
Auxiliadora.
Aquel señor salió a la antesala, donde
efectivamente había un señor y le dijo:
-Señor, >>viene usted a ver a don Bosco?
-Sí, le respondió aquél, vengo a traerle una
limosna.
E, invitado a entrar, entregó a don Bosco
trescientas liras.
El día de la Asunción, presidió la distribución
de premios de aprendices y estudiantes que, al día
siguiente, salían de vacaciones. En lo más
entretenido de la velada, hubo un golpe teatral
que alborotó a los presentes: apareció de
improviso don Luis Lasagna, que venía del Uruguay.
Dirigióse al amado Padre y lo abrazó con todo el
cariño de
(**Es18.155**))
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