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((**Es18.155**) de las misiones, le leyeron en la mesa algunas cartas de monseñor Cagliero. Decía el Vicario Apostólico que muy pronto se adentraría hasta el centro de Patagonia, en donde había sabido se encontraba un número considerable de salvajes. Don Bosco escuchaba llorando. Años atrás, cuando había propuesto abrir Misiones en Patagonia, había habido alguien en Roma que hasta se rió, puesto que las estadísticas de la población daban por desiertas aquellas regiones. -íDon Bosco quiere ir a evangelizar las hierbas! decían algunos. Y he aquí que Monseñor confirmaba ahora lo que don Bosco había visto en sueños. Ese era el motivo de su emoción. Diríase que hasta la Providencia quiso darle de algún modo la bienvenida. A la mañana siguiente, había entregado al prefecto general, don Celestino Durando, todo el dinero que había recibido en aquellos días para que pudiera satisfacer las necesidades urgentes. Apenas salió don Celestino, cuando entró en su habitación un señor que esperaba hacía rato en la antesala. Don Bosco, como implorando su caridad, le dijo: -Disculpe si le he hecho esperar. El Prefecto de la Congregación ha venido a llevarse todo el dinero que tenía y aquí tiene a don Bosco pobre, sin un céntimo: -Pero, don Bosco, le respondió el otro; si en este momento necesitara urgentemente dinero >>cómo se las arreglaría? -íOh, la Providencia... la Providencia!, exclamó don Bosco. ((**It18.172**)) -Sí, Providencia... Providencia... eso está muy bien; pero ahora mismo usted no tiene dinero y, si de pronto lo necesitara, no sabría cómo arreglárselas. -En tal caso le diría a usted, amigo mío, que saliera a la antesala donde encontraría una persona que trae una limosna a don Bosco. ->>Cómo? >>Lo dice de veras? Allí no había nadie cuando yo entré. >>Quién se lo ha dicho? -Nadie me lo ha dicho. Lo sé yo y lo sabe María Auxiliadora. Aquel señor salió a la antesala, donde efectivamente había un señor y le dijo: -Señor, >>viene usted a ver a don Bosco? -Sí, le respondió aquél, vengo a traerle una limosna. E, invitado a entrar, entregó a don Bosco trescientas liras. El día de la Asunción, presidió la distribución de premios de aprendices y estudiantes que, al día siguiente, salían de vacaciones. En lo más entretenido de la velada, hubo un golpe teatral que alborotó a los presentes: apareció de improviso don Luis Lasagna, que venía del Uruguay. Dirigióse al amado Padre y lo abrazó con todo el cariño de (**Es18.155**))
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