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((**Es18.149**)según él decía, no abundaban más que en deudas y acredores. Dábale, después, noticias de sí mismo y añadía: <> 1. Desde Pinerolo escribió al cardenal Parocchi, dándole noticias de su salud y rogándole le alcanzase una bendición especial del Padre Santo; al mismo tiempo le consultaba, dado el respeto que le merecía el Eminentísimo Protector, si para otras cartas podía todavía escribirle con su difícil caligrafía o si debería recurrir al servicio del secretario. Y recibió esta contestación, que sin duda le satisfizo mucho. Reverendísimo don Bosco: He comunicado al Padre Santo las buenas noticias de V. R. y Su Santidad se alegró mucho de ellas y me encargó le enviara una bendición especialísima. Al cumplir el encargo Apostólico, me complazco en añadir la expresión de mis sentimientos, ya conocidos hace mucho tiempo por V. Rvma. P. y que, repetirlos ahora, sería como llevar leña al monte. Ruégole, Rvmo. P., si no le sirve de mucha molestia, me escriba usted mismo, pues entiendo perfectamente su letra, lo mismo que usted comprende al corazón del que se profesa con reverente afecto, implorando la gracia de sus mementos. Roma, 27 de julio de 1886. Muy atto. y afmo. s. s. en J. C., L. M. Cardenal Vicario. Todavía más afectuosa fue la carta de su Cardenal Arzobispo. Don Bosco había encargado a Lemoyne que ((**It18.165**)) escribiera una bonita carta a Su Eminencia, con ocasión de su día onomástico y recibió de él esta afable respuesta: Reverendísimo y carísimo don Juan: íQué gratos me han sido los augurios que usted, bonísimo don Juan, me ha hecho llegar con ocasión de mi día onomástico! El reverendo y excelente sacerdote don Juan Bautista Lemoyne, que tan bien supo interpretar el afecto que los Salesianos sienten por mi pobre persona, añade una cosa que me ha llenado de satisfacción: dice que, en todas las casas de los Salesianos, se reza siempre por el anciano Arzobispo de Turín. Esto da fuerzas y es prenda de un sonriente porvenir. Con la ayuda de las oraciones de los buenos confío que, a pesar de mi poquedad, puedo esperar que no será totalmente infructuosa mi labor. También yo pido por usted, venerando don Bosco, todos los días, para que su preciosísima existencia se conserve largo tiempo y la Congregación Salesiana pueda experimentar todavía por mucho tiempo el influjo de la caridad, laboriosidad y sacrificio que inflaman el corazón de su benemérito y providencial fundador. 1 Véase Ap., Doc. núm. 32. (**Es18.149**))
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